martes, 16 de diciembre de 2014

Let me jog your memory...

Dear Mr Boyce:
I was reading your article about Healing through Praying; it was very interesting because I can understand how people feel when somebody prays for him. This is a positive way to make people feel better in their life, because as a result of our materialistic culture, we become worried about dress, food, money to get those kinds of things and forget they are unhealthy. I consider that being healthy is the most important thing in everybody's life. it means to be well emotionally and physically, likewise we have an spiritual part in our life. But, most of us do not take in mind the spiritual aspects of life, everybody becomes confused, they think it is like emotions and being spiritual means to reflect about the sense of life and world.
That is what you want to show with 466 patients who were prayed for. They must have thought about theirselves and felt that there is time for everything in order to be good and happy with life.
Frankly,
Jorge Ramírez Peñuela

Análisis de los roles de género en algunos cuentos de José Félix Fuenmayor

En el desarrollo socio-histórico de la humanidad la sociedad ha asignado valores, temores, responsabilidades sociales, modelos de comportamiento, gustos, actividades en forma diferenciada a hombres y mujeres. Pautas que han definido un conjunto de rasgos adquiridos en el proceso de socialización y que han creado estereotipos sobre el modo de ser hombre o ser mujer en nuestra sociedad.
Por ser esta realidad socio-cultural resultado de la construcción “consciente y libre” de los individuos, se refleja en muchos de los ambientes, tanto ficticios como reales, que permiten la interacción hombre – mujer. En este sentido, se enfoca el análisis de algunos cuentos del escritor barranquillero José Félix Fuenmayor, ya que la mayoría de sus textos presenta una visión tradicional de los roles de género, producto de las características sociales de su época. En consecuencia, la primera realidad inmediata a la que nos remiten estos textos está relacionada con los espacios productivos y reproductivos, es decir, se presenta el modelo femenino en su rol de esposa y madre, delicada, dócil, obediente y pasiva; mientras que el hombre se circunscribe en el ámbito productivo, en el manejo de los asuntos públicos, la fuerza y la razón.
Mujeres como Matea, la madre del personaje principal de “La muerte en la calle”, la esposa del señor Manuel, la señora Indalecia, la señora Encarnación, Petrona y Pabla están relegadas al cuidado del hogar, a ser mujeres dependientes de sus maridos, abnegadas y sufridas en su vida cotidiana. Esta inscripción en el espacio doméstico no les permitió ser ellas mismas en su pleno desarrollo como seres humanos, ya que como resultado de una cultura patriarcal no se les permitía la creación de signos que expresasen su manera de ver e interpretar el mundo que les rodea, ellas reproducían los signos de la cultura masculina y a la vez eran signos que los hombres intercambiaban, pues lo femenino se definía en relación con lo masculino. De acuerdo con esta particularidad social Florence Thomas afirma:
“Éramos eternamente complemento y por algo figuramos como segundo sexo. Los hombres ocupan el espacio como sujetos, pertenecen a la cultura, la generan, la transforman, mientras las mujeres, concentradas en el espacio doméstico, aisladas unas de las otras y, por consiguiente, de prácticas colectivas, y así obligadas a vivir sus dificultades como una desgracia privada, no podían sino imitar y reproducir, con sus vientres circulares, con el calendario, las fases de la luna, las estaciones y todo lo cíclico, sin lugar para el sí – mismas, para el nosotras, para el ellas.”[1]
Este es el caso específico de Matea, Indalecia y Encarnación. Matea una joven “seca, esmirriada, huesudita, fea, cosa que había sido antes y siguió siendo después”, despreciada por los hombres por sus condiciones físicas, además por ser madre soltera es ignorada por la sociedad, sin embargo su presencia en casa de Temistocles y en la tienda cuando compra la aguja de enfardelar la hace visible ante la sociedad. Se necesitó de la presencia de Temistocles para que fuese recordada y reconocida por los demás. Ese signo que representa Matea se centra en su docilidad y laboriosidad, ella es el símbolo de la mujer ama de casa, “porque es una gran lavandera y una gran cocinera.” Él no tiene en cuenta su belleza física sino su fuerza de trabajo para realizar las labores domésticas. Respecto a esta situación, Rafaela Vos Obeso asevera: “El mundo masculino poseía expectativas sobre el ideal de mujer por las que se identificaba afectivamente, en las que la docilidad primaba sobre la serie de atributos que se exigía para la tranquilidad del marido, de las relaciones familiares y la propia tranquilidad de las mujeres:”[2]
En cuanto a Indalecia y Encarnación, ellas no tienen un modelo de vida definidos, ellas son mujeres "ignoradas” por los hombres que se dedican a la brujería, puesto que no tienen un marido que las provea del pan de cada día, esta falta de dependencia masculina las presenta como seres desvalorados cuyo principal sufrimiento es saciar su necesidad alimenticia a través de la brujería. Esta es una situación muy particular en el desarrollo de Barranquilla, pues en las primeras décadas del siglo XX muchas mujeres se dedicaban a la ejecución de prácticas esotéricas; de este modo el texto “Mujer, cultura y sociedad en Barranquilla 1900 – 1930” se plantea: “Al no tener control social de sus vidas muchas mujeres manejaron lo esotérico… para negar el sufrimiento, pero también lo esotérico les sirvió como medio de vida.”[3]
Estas manera de interpretar el mundo definieron espacios de socialización para hombres y mujeres, la mujer pertenece a su casa y el hombre a la calle. Representaciones espaciales que simbolizan la oposición sagrado – profano, el transcurrir cotidiano en el ámbito doméstico hace que la mujer encarne valores asociados a la intimidad y el afecto, desarrollando una conducta semejante a la de la Virgen María, modelo de fortaleza espiritual que reproduce cualidades de mujer abnegada, demostrando una capacidad infinita de humildad y sacrificio. En consecuencia, la mujer ejerce un rol mediador frente a lo sagrado. Tal situación se refleja en el comportamiento de Petrona, ella decide encomendar el problema de apetito de Martín por comer dulces a Dios: “Martin – dijo – hago esta manda: tú y yo iremos juntos a la procesión del Viernes Santo.”
En oposición a esta realidad está la calle como elemento que refleja el poder masculino, la independencia y la fuerza física. Por ser la calle un lugar de congregación de muchas personas, puede haber ambientes de desorden que le impiden al hombre conservar la integridad moral, así, él puede adoptar una actitud irreverente o escéptica frente a lo religioso: “– Bueno, señor Martín – dijo el otro – contamos con ella y Dios se lo pague.
– ¿Para que metes a Dios en esto?, protesto su compañero.”
Finalmente, se puede decir que los textos narrativos de José Félix Fuenmayor reflejan una fuerte división entre los roles de la mujer y del hombre y una valoración social desigual en los ámbitos de interacción productivo, cultural y comunicativo.


BIBLIOGRAFIA
FUENMAYOR, José Félix. Con el doctor afuera. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1973. (Biblioteca Colombiana de Cultura, 77)
GÉNERO E IDENTIDAD: Ensayos sobre lo femenino y lo masculino. Santafé de Bogotá, DC: Tercer Mundo Editores, 1995. (Compilado por: Luz Gabriela Arango, Magda León y Mara Viveros)

[1] THOMAS, Florence. Género y Democracia. En: Instituto para el Desarrollo de la Democracia Luis Carlos Galán. Democracia Formal y Real. Santafé de Bogotá: El Instituto, 1994. p. 165.
[2] VOS OBESO, Rafaela. Mujer, Cultura y Sociedad en Barranquilla 1900 – 1930. Santafé de Bogotá: Fondo de Publicaciones Universidad del Atlántico, 1999. p. 169. (Colección de Ciencias Sociales Rodrigo Noguera Barrenche)
[3] Ibid., p. 219.