“El lenguaje es el mapa de una cultura. Te dice de dónde viene su gente y a dónde se dirigen”. — Rita Mae Brown
“Saber otro idioma
es como poseer una segunda alma”. — Carlomagno
Estas frases,
sencillas pero poderosas, nos invitan a reconocer una verdad profunda: cada
idioma refleja una forma distinta de ver el mundo. Y es que, al enseñar
inglés como lengua franca —es decir, como idioma compartido entre hablantes de
diferentes culturas— no solo se transmiten palabras, sino también cosmovisiones,
valores, formas de relacionarse y sentir.
En este contexto, el
aprendizaje de una segunda lengua no puede limitarse a memorizar estructuras
gramaticales o listas de vocabulario. Va mucho más allá. Implica desarrollar
la capacidad de comprender al “otro” desde su propia lógica cultural. Aquí
es donde cobra sentido el concepto de competencia comunicativa intercultural,
propuesto por el lingüista británico Michael Byram (1997, 2008), un
referente clave en esta área.
¿Qué es la
competencia comunicativa intercultural?
Se trata de la
habilidad de una persona para comunicarse eficaz y apropiadamente en
situaciones donde interactúan personas de diferentes culturas. Pero no solo es
cuestión de saber “qué decir”. También implica cómo decirlo, cuándo,
y con qué nivel de sensibilidad cultural. En un mundo hiperconectado,
donde las fronteras físicas se han vuelto casi irrelevantes gracias a la
tecnología, esta competencia se convierte en una herramienta esencial para la
convivencia y el entendimiento global.
Según Byram, el
objetivo ya no es formar simplemente hablantes “nativos” o “no nativos” de una
lengua, sino hablantes interculturales. Personas capaces de interactuar
con otros, respetar sus perspectivas, mediar entre diferencias
culturales y, sobre todo, ser conscientes de sus propios prejuicios y
percepciones. Dicho de otra forma: alguien que puede tender puentes entre
su cultura y la del otro.
¿Qué habilidades
desarrolla un hablante intercultural?
Para actuar con
competencia en contextos culturales diversos, una persona necesita desarrollar
ciertas actitudes y disposiciones clave. Veamos algunas de ellas:
- Empatía: ponerse en los zapatos del otro, no solo entendiendo su punto de
vista, sino también conectando emocionalmente con lo que siente.
- Flexibilidad: adaptarse al cambio, ajustar actitudes o
formas de pensar cuando las circunstancias lo requieren.
- Respeto: valorar sinceramente otras formas de vida, pensamiento y
comunicación.
- Sensibilidad: responder con compasión y ternura ante
las diferencias, captando las emociones sutiles del otro.
- Tolerancia: aceptar las diferencias sin intentar
imponer lo propio, reconociendo que la diversidad enriquece y no amenaza.
Estas cualidades
permiten evitar el etnocentrismo, los estereotipos negativos y
los prejuicios que, muchas veces sin darnos cuenta, arrastramos cuando
interactuamos con otras culturas. La verdad es que ser tolerantes y abiertos no
significa renunciar a nuestra identidad, sino ampliarla.
El modelo de Byram:
cinco saberes para construir puentes culturales
Byram propuso una
estructura clara para entender y enseñar esta competencia, basada en cinco
componentes fundamentales, conocidos como los “cinco saberes”:
- Savoir – Conocimiento cultural. Conocer las características sociales y
culturales de la propia comunidad y la ajena. Ser consciente de cómo
actuamos, qué valoramos y cómo eso se refleja en nuestras interacciones.
- Savoir comprendre – Comprensión
intercultural. Interpretar
y relacionar hechos culturales de la otra cultura con la propia. Por
ejemplo, entender por qué una persona japonesa puede evitar decir “no”
directamente, y relacionarlo con la importancia del respeto y la armonía
en su contexto.
- Savoir apprendre/faire – Hacer e
interactuar. Usar
experiencias previas para descubrir y aprender sobre otras culturas en
situaciones reales. Esto implica curiosidad, disposición al
aprendizaje continuo y apertura al diálogo.
- Savoir être – Ser. Desarrollar una actitud abierta,
humilde y sin prejuicios. Se trata de dejarse sorprender por lo
diferente, cuestionar lo que dábamos por sentado, y construir nuevas
formas de ver el mundo.
- Savoir s’engager – Compromiso crítico. Evaluar de manera reflexiva y ética las
prácticas culturales propias y ajenas. Este saber implica mirar con lupa
nuestras ideas y emociones frente a lo distinto, buscando comprender antes
que juzgar.
¿Cómo se progresa
en esta competencia?
El desarrollo de esta
competencia intercultural no ocurre de la noche a la mañana. Como bien lo
indica Meyer (1991), existen tres niveles por los que los
aprendientes suelen pasar:
- Monocultural: se interpreta la otra cultura desde la
mirada de la propia, sin mucha apertura.
- Intercultural: se comienzan a establecer comparaciones
conscientes entre ambas culturas.
- Transcultural: se alcanza un nivel de madurez en el que
se puede mediar y actuar como puente entre culturas, sin perder la
identidad propia.
Y es que, por cada
idioma que aprendemos, vivimos una nueva vida (como dice el proverbio
checo). No solo adquirimos herramientas lingüísticas, sino también nuevas
formas de pensar, de sentir y de actuar. En otras palabras, nos
transformamos.
📚 Referencias
Byram, M. (1997). Teaching
and assessing intercultural communicative competence. Multilingual Matters.
Byram, M., Gribkova,
B., & Starkey, H. (2001). Developing the intercultural dimension in language teaching: A practical
introduction for teachers. Council of Europe.
Byram, M.
(2008). From foreign language education to education for intercultural
citizenship: Essays and reflections. Multilingual Matters.
Meyer, M.
(1991). Developing transcultural competence: Case studies of advanced foreign
language learners. Council of
Europe.