viernes, 27 de junio de 2025

Competencia comunicativa intercultural: un puente entre lenguas, culturas y personas

 “El lenguaje es el mapa de una cultura. Te dice de dónde viene su gente y a dónde se dirigen”. — Rita Mae Brown

“Saber otro idioma es como poseer una segunda alma”. — Carlomagno

 

Estas frases, sencillas pero poderosas, nos invitan a reconocer una verdad profunda: cada idioma refleja una forma distinta de ver el mundo. Y es que, al enseñar inglés como lengua franca —es decir, como idioma compartido entre hablantes de diferentes culturas— no solo se transmiten palabras, sino también cosmovisiones, valores, formas de relacionarse y sentir.

En este contexto, el aprendizaje de una segunda lengua no puede limitarse a memorizar estructuras gramaticales o listas de vocabulario. Va mucho más allá. Implica desarrollar la capacidad de comprender al “otro” desde su propia lógica cultural. Aquí es donde cobra sentido el concepto de competencia comunicativa intercultural, propuesto por el lingüista británico Michael Byram (1997, 2008), un referente clave en esta área.

 

¿Qué es la competencia comunicativa intercultural?

Se trata de la habilidad de una persona para comunicarse eficaz y apropiadamente en situaciones donde interactúan personas de diferentes culturas. Pero no solo es cuestión de saber “qué decir”. También implica cómo decirlo, cuándo, y con qué nivel de sensibilidad cultural. En un mundo hiperconectado, donde las fronteras físicas se han vuelto casi irrelevantes gracias a la tecnología, esta competencia se convierte en una herramienta esencial para la convivencia y el entendimiento global.

Según Byram, el objetivo ya no es formar simplemente hablantes “nativos” o “no nativos” de una lengua, sino hablantes interculturales. Personas capaces de interactuar con otros, respetar sus perspectivas, mediar entre diferencias culturales y, sobre todo, ser conscientes de sus propios prejuicios y percepciones. Dicho de otra forma: alguien que puede tender puentes entre su cultura y la del otro.

 

¿Qué habilidades desarrolla un hablante intercultural?

Para actuar con competencia en contextos culturales diversos, una persona necesita desarrollar ciertas actitudes y disposiciones clave. Veamos algunas de ellas:

  • Empatía: ponerse en los zapatos del otro, no solo entendiendo su punto de vista, sino también conectando emocionalmente con lo que siente.
  • Flexibilidad: adaptarse al cambio, ajustar actitudes o formas de pensar cuando las circunstancias lo requieren.
  • Respeto: valorar sinceramente otras formas de vida, pensamiento y comunicación.
  • Sensibilidad: responder con compasión y ternura ante las diferencias, captando las emociones sutiles del otro.
  • Tolerancia: aceptar las diferencias sin intentar imponer lo propio, reconociendo que la diversidad enriquece y no amenaza.

Estas cualidades permiten evitar el etnocentrismo, los estereotipos negativos y los prejuicios que, muchas veces sin darnos cuenta, arrastramos cuando interactuamos con otras culturas. La verdad es que ser tolerantes y abiertos no significa renunciar a nuestra identidad, sino ampliarla.

 

El modelo de Byram: cinco saberes para construir puentes culturales

Byram propuso una estructura clara para entender y enseñar esta competencia, basada en cinco componentes fundamentales, conocidos como los “cinco saberes”:

  1. Savoir – Conocimiento cultural. Conocer las características sociales y culturales de la propia comunidad y la ajena. Ser consciente de cómo actuamos, qué valoramos y cómo eso se refleja en nuestras interacciones.
  2. Savoir comprendre – Comprensión intercultural. Interpretar y relacionar hechos culturales de la otra cultura con la propia. Por ejemplo, entender por qué una persona japonesa puede evitar decir “no” directamente, y relacionarlo con la importancia del respeto y la armonía en su contexto.
  3. Savoir apprendre/faire – Hacer e interactuar. Usar experiencias previas para descubrir y aprender sobre otras culturas en situaciones reales. Esto implica curiosidad, disposición al aprendizaje continuo y apertura al diálogo.
  4. Savoir être – Ser. Desarrollar una actitud abierta, humilde y sin prejuicios. Se trata de dejarse sorprender por lo diferente, cuestionar lo que dábamos por sentado, y construir nuevas formas de ver el mundo.
  5. Savoir s’engager – Compromiso crítico. Evaluar de manera reflexiva y ética las prácticas culturales propias y ajenas. Este saber implica mirar con lupa nuestras ideas y emociones frente a lo distinto, buscando comprender antes que juzgar.

 

¿Cómo se progresa en esta competencia?

El desarrollo de esta competencia intercultural no ocurre de la noche a la mañana. Como bien lo indica Meyer (1991), existen tres niveles por los que los aprendientes suelen pasar:

  • Monocultural: se interpreta la otra cultura desde la mirada de la propia, sin mucha apertura.
  • Intercultural: se comienzan a establecer comparaciones conscientes entre ambas culturas.
  • Transcultural: se alcanza un nivel de madurez en el que se puede mediar y actuar como puente entre culturas, sin perder la identidad propia.

Y es que, por cada idioma que aprendemos, vivimos una nueva vida (como dice el proverbio checo). No solo adquirimos herramientas lingüísticas, sino también nuevas formas de pensar, de sentir y de actuar. En otras palabras, nos transformamos.

 

📚 Referencias

Byram, M. (1997). Teaching and assessing intercultural communicative competence. Multilingual Matters.

Byram, M., Gribkova, B., & Starkey, H. (2001). Developing the intercultural dimension in language teaching: A practical introduction for teachers. Council of Europe.

Byram, M. (2008). From foreign language education to education for intercultural citizenship: Essays and reflections. Multilingual Matters.

Meyer, M. (1991). Developing transcultural competence: Case studies of advanced foreign language learners. Council of Europe.

 

La competencia comunicativa intercultural: una necesidad humana en un mundo global

 “El lenguaje es el mapa de una cultura” —dijo alguna vez la escritora Rita Mae Brown— y, la verdad, no podría estar más en lo cierto. Cada vez que aprendemos un nuevo idioma, no solo incorporamos vocabulario o gramática, sino también una manera distinta de mirar, sentir e interpretar el mundo. Como bien lo expresó Carlomagno: “Saber otro idioma es como poseer una segunda alma”.

Y es que, en un mundo interconectado, donde las diferencias culturales no solo conviven, sino que se entrelazan en la vida diaria, la enseñanza del inglés como lengua franca no puede quedarse simplemente en estructuras lingüísticas. Necesita ir más allá, necesita formar personas capaces de comunicarse de forma empática, respetuosa y crítica. Necesita formar hablantes interculturales.

 

¿Qué es la competencia comunicativa intercultural?

La competencia comunicativa intercultural (CCI), tal como la define Michael Byram (1997, 2008), es la capacidad de una persona para comunicarse de forma adecuada, eficaz y consciente en interacciones donde se cruzan distintas culturas. Es decir, no se trata solo de “saber inglés” sino de saber convivir con el otro a través del idioma, de comprender y ser comprendido en una conversación donde los valores, creencias y costumbres no siempre coinciden.

El hablante intercultural no es un imitador del hablante nativo. Tampoco es alguien que renuncia a su identidad. Es, en realidad, un puente entre culturas. Como lo explican Byram et al. (2001), se trata de una persona que sabe aceptar otras perspectivas, mediar entre diferencias y reflexionar críticamente sobre su propia visión del mundo.

 

El modelo de Byram: cinco dimensiones para un mundo real

Byram propone un modelo práctico y profundamente humano. Su enfoque está construido sobre cinco componentes, conocidos como los “savoirs”:

  1. Savoir (conocimiento): Se refiere al saber sobre otras culturas y sus prácticas sociales. Pero también implica conocer la propia cultura, para poder contrastarla de manera crítica. Entender al otro parte de entenderse a uno mismo.
  2. Savoir comprendre (saber comprender): Esta habilidad permite interpretar lo que sucede en la otra cultura y relacionarlo con nuestros propios contextos. No se trata de juzgar, sino de comprender desde dentro.
  3. Savoir apprendre/faire (saber aprender y hacer): Aquí entra en juego la experiencia: observar, participar, comparar, ajustar. Es la competencia que nos permite actuar en tiempo real ante lo inesperado de un encuentro intercultural.
  4. Savoir être (saber ser): Implica tener una mente abierta, libre de estereotipos. Implica asombro, curiosidad, respeto. Es la disposición interna para dejarse tocar por la diferencia, incluso si al principio no se comprende del todo.
  5. Savoir s’engager (saber comprometerse): Es la conciencia crítica. La capacidad de cuestionar nuestras creencias y las ajenas desde una postura ética, reflexiva y comprometida con la equidad.

 

Del aula a la vida: ¿cómo se forma un hablante intercultural?

Este modelo no es una utopía. Se puede trabajar desde el aula si dejamos de ver el idioma como un sistema cerrado y empezamos a tratarlo como una puerta hacia el otro. ¿Cómo? Involucrando tareas donde se comparen prácticas culturales, incluyendo debates sobre estereotipos, creando espacios de reflexión crítica y desarrollando proyectos colaborativos con hablantes de otras culturas (Byram, 2008).

Además, es clave formar aprendientes que sean:

  • Empáticos, capaces de ponerse en el lugar del otro;
  • Flexibles, dispuestos a adaptarse a lo nuevo;
  • Respetuosos, que valoran otras formas de pensar;
  • Sensibles, capaces de leer los sentimientos del otro sin prejuicio;
  • Tolerantes, que aceptan diferencias sin querer borrarlas.

Estas actitudes son tan importantes como la gramática o el vocabulario. Porque una persona puede hablar inglés perfectamente y aun así fallar en una interacción intercultural si no sabe cómo relacionarse con sensibilidad y criterio.

 

De lo monocultural a lo transcultural

Según Meyer (1991), el desarrollo de la competencia intercultural ocurre en tres etapas:

  • En el nivel monocultural, el aprendiente aún interpreta al otro desde su propio marco cultural;
  • En el nivel intercultural, empieza a comparar y a situarse entre dos culturas;
  • Y en el nivel transcultural, se convierte en un verdadero mediador: alguien que puede habitar las diferencias sin necesidad de borrarlas.

Este proceso toma tiempo, pero es profundamente transformador. No se trata solo de enseñar inglés: se trata de educar seres humanos capaces de convivir en una aldea global.

 

En resumen, promover la competencia comunicativa intercultural es una responsabilidad pedagógica urgente. No basta con enseñar estructuras gramaticales o vocabulario. Es necesario enseñar a comunicar desde la empatía, la curiosidad y la conciencia crítica. Formar hablantes interculturales es formar ciudadanos globales. Y ese, al final del día, es uno de los propósitos más humanos y necesarios de cualquier proceso educativo.

Referencias

Byram, M. (1997). Teaching and assessing intercultural communicative competence. Multilingual Matters.

Byram, M. (2008). From foreign language education to education for intercultural citizenship: Essays and reflections. Multilingual Matters.

Byram, M., Gribkova, B., & Starkey, H. (2001). Developing the intercultural dimension in language teaching: A practical introduction for teachers. Council of Europe.

Meyer, M. (1991). Developing transcultural competence: Case studies of advanced foreign language learners. Foreign Language Annals, 24(5), 383–398.

La competencia comunicativa intercultural: Una puerta abierta a otras formas de ver el mundo

 “El lenguaje es el mapa de una cultura. Te dice de dónde viene su gente y a dónde se dirigen.” – Rita Mae Brown

Estas palabras nos recuerdan que hablar un idioma no es solo usar palabras: es conectarse con una manera única de ver el mundo. Y es que, como también lo expresaba Carlomagno, saber otro idioma es casi como tener una segunda alma. No es una exageración, sino una realidad que millones de personas experimentan al aprender una lengua extranjera. Cuando enseñamos o aprendemos inglés como lengua franca global, no solo estamos aprendiendo a comunicarnos, sino también a comprender, respetar y convivir con otras formas de vida.

 

¿Qué es la competencia comunicativa intercultural?

La competencia comunicativa intercultural (CCI) va más allá de hablar bien una segunda lengua. Según Michael Byram (1997, 2008), esta competencia es la capacidad que tiene una persona para actuar de manera adecuada, eficaz y eficiente en situaciones de comunicación entre culturas. Es decir, se trata de saber interactuar con personas que ven el mundo de manera distinta, y hacerlo con respeto, empatía y comprensión.

Vivimos en una era de globalización acelerada, donde las tecnologías de la información han convertido al planeta en una aldea interconectada. En este contexto, la capacidad de comunicarse interculturalmente no es un lujo, es una necesidad.

 

De hablante no nativo a hablante intercultural

Uno de los grandes aportes de Byram es su propuesta de romper con la visión tradicional que divide a los hablantes entre “nativos” y “no nativos”. En lugar de eso, nos invita a pensar en el hablante intercultural: alguien capaz de interactuar con el “otro”, aceptar perspectivas distintas, y mediar entre formas diferentes de entender la vida.

Esto significa que el objetivo de aprender inglés no es “sonar como un nativo”, sino crear puentes entre culturas. Es aprender a negociar significados, interpretar conductas, y responder con sensibilidad y apertura en distintos contextos comunicativos.

¿Cómo se desarrolla esta competencia?

Para que esta competencia florezca, el hablante intercultural necesita cultivar una serie de actitudes clave. Entre ellas, destacan:

  • Empatía, para ponerse verdaderamente en los zapatos del otro.
  • Flexibilidad, para adaptarse a nuevas formas de pensar y actuar.
  • Respeto, para valorar otras cosmovisiones.
  • Sensibilidad, para captar y responder con tacto a lo que otros sienten.
  • Tolerancia, para aceptar lo que es diferente sin necesidad de estar de acuerdo.

Estas cualidades humanas no son “extras” del aprendizaje, sino su núcleo ético y emocional.

 

El modelo de Byram: cinco saberes fundamentales

Byram propone un modelo compuesto por cinco dimensiones que orientan el desarrollo de la competencia comunicativa intercultural:

  1. Savoir (conocimiento): Saber sobre los grupos sociales y sus culturas, tanto la propia como la ajena. Este conocimiento permite que el estudiante no solo entienda a los demás, sino que también se comprenda mejor a sí mismo.
  2. Savoir comprendre (saber comprender): Es la habilidad de interpretar eventos comunicativos de la otra cultura, relacionarlos con la propia y encontrar puentes entre ambas.
  3. Savoir apprendre/faire (saber aprender y hacer): Implica la capacidad de interactuar con nuevas culturas usando experiencias previas, descubriendo nuevas perspectivas, reorganizando ideas y manteniendo la mente abierta.
  4. Savoir être (saber ser): Es el motor emocional del proceso. Se trata de desarrollar una curiosidad genuina, una disposición a asombrarse y admirar lo que antes podía parecer extraño o “raro”.
  5. Savoir s’engager (saber comprometerse): Es la conciencia crítica. El hablante intercultural evalúa sus propios valores y los compara con los de la otra cultura, no para juzgar, sino para comprender desde diferentes ángulos.

Este modelo impulsa una transformación progresiva del estudiante, desde una visión cerrada hasta una posición de mediación cultural.

 

Niveles de competencia intercultural

Según Meyer (1991), el desarrollo de esta competencia pasa por tres niveles:

  • Monocultural: El estudiante juzga la cultura extranjera desde su propia perspectiva cultural.
  • Intercultural: Comienza a establecer comparaciones, identificando puntos de encuentro y diferencias entre culturas.
  • Transcultural: Llega a actuar como mediador, comprendiendo profundamente ambas culturas y facilitando la comunicación entre ellas.

 

Entonces, ¿por qué importa todo esto?

Porque formar hablantes interculturales no solo mejora la competencia comunicativa en inglés, sino que también forma mejores seres humanos: más abiertos, más respetuosos, más sensibles a la diversidad. En un mundo donde los malentendidos culturales pueden generar conflictos, desarrollar esta competencia es una herramienta poderosa para la paz, la equidad y la convivencia.

Y es que aprender inglés, en este contexto, no es solo aprender a hablar. Es aprender a entender.

 

Referencias

Byram, M. (1997). Teaching and assessing intercultural communicative competence. Multilingual Matters.

Byram, M., Gribkova, B., & Starkey, H. (2001). Developing the intercultural dimension in language teaching: A practical introduction for teachers. Council of Europe.

Byram, M. (2008). From foreign language education to education for intercultural citizenship: Essays and reflections. Multilingual Matters.

Meyer, M. (1991). Developing transcultural competence: Case studies of advanced foreign language learners. Council of Europe.

 

Comprender la Competencia Comunicativa: Mucho Más que Hablar con Corrección

 Hablar un idioma no significa solo usar palabras correctas. Significa conectar. Significa comprender al otro, adaptarse a diferentes contextos, y saber cuándo, cómo y por qué decir algo. Es aquí donde entra el concepto de competencia comunicativa.

📚 De la gramática a la interacción real: un cambio de paradigma

En los años 50 y 60, el lingüista Noam Chomsky cambió la manera en que veíamos el lenguaje. En obras como Syntactic Structures (1957) y Aspects of the Theory of Syntax (1965), propuso que los seres humanos tenemos una habilidad innata para producir y entender un número infinito de oraciones, incluso si nunca las hemos escuchado antes. A eso lo llamó competencia lingüística.

Pero, y es que aquí viene lo interesante, Chomsky hablaba de la capacidad para generar oraciones gramaticalmente correctas… sin tomar en cuenta si esas oraciones tenían sentido o funcionaban en situaciones reales. ¿Alguna vez has dicho algo “correcto” y aun así no te entendieron? Exacto. Ser competente en un idioma va más allá de la gramática.

🌍 Hymes y la verdadera comunicación

Fue Dell Hymes, un antropólogo y sociolingüista, quien en 1972 amplió esta visión con un concepto poderoso: la competencia comunicativa. Él entendía que comunicar no es solo hablar bien, sino hablar bien para la ocasión, con propósito, contexto y sensibilidad cultural.

Hymes propuso cuatro preguntas clave que todo hablante se hace —consciente o no— al comunicarse:

  1. ¿Es formalmente posible? ¿Lo que quiero decir respeta las reglas del idioma y las normas sociales del lugar donde estoy hablando?
  2. ¿Es factible? ¿Tengo las condiciones emocionales, físicas o cognitivas para expresarlo ahora? ¿Tiene sentido lo que digo según mi contexto?
  3. ¿Es apropiado? ¿Es esto lo correcto para decir en esta situación, con esta persona, en este momento?
  4. ¿Ocurre realmente? A veces algo es posible, factible y apropiado… pero simplemente no pasa. Como cuando un estudiante responde en inglés de forma perfecta, pero demasiado formal, mientras que un hablante nativo solo dice “yeah”.

Estas preguntas reflejan cómo el lenguaje está profundamente entrelazado con la cultura, la sociedad y la identidad. Y esto tiene un impacto directo en cómo enseñamos y aprendemos idiomas.

🧠 Canale y las subcompetencias de la comunicación

Más adelante, Michael Canale desarrolló un modelo que nos ayuda a entender cómo se forma esta competencia comunicativa en quienes aprenden una segunda lengua. Según él, no basta con saber, también hay que saber usar lo que se sabe.

Canale propuso cuatro subcompetencias que debemos tener en cuenta:

  • Competencia gramatical. Es el conocimiento de las reglas del idioma: morfología, sintaxis, fonética, ortografía, semántica... Lo básico para construir frases correctas. Pero eso es solo el comienzo.
  • Competencia sociolingüística. Aquí entra el saber cuándo y cómo usar esas frases, dependiendo del contexto. Por ejemplo, un estudiante debería poder hablar diferente en una entrevista de trabajo que con un amigo.
  • Competencia discursiva. Se trata de la habilidad para construir textos orales o escritos que sean coherentes y cohesionados. En otras palabras, que tengan sentido del principio al fin, y que cada parte esté bien conectada con las demás.
  • Competencia estratégica. Todos cometemos errores. Esta competencia nos ayuda a usar gestos, repetir ideas o reformular frases para mantener la comunicación viva, incluso si olvidamos una palabra o no entendemos algo del todo.

💬 Entonces, ¿cómo enseñamos esto?

Como docentes, nuestro reto no es solo enseñar reglas, sino también enseñar cómo usarlas. Podemos hacerlo proponiendo situaciones reales, intercambios culturales, dramatizaciones, debates, correos electrónicos simulados o simplemente hablando sobre la vida cotidiana.

Por ejemplo, cuando un estudiante aprende a pedir algo en un restaurante en inglés, no solo necesita la gramática correcta, sino también saber cómo ser amable, directo o respetuoso según el país. En Estados Unidos, un “Can I get…” funciona. En otros contextos, podría sonar grosero. Esa es la magia —y la complejidad— de enseñar una lengua viva.

🌟 Más que hablar, es pensar distinto

Como dijo la periodista Flora Lewis: “Aprender otro idioma no es solo aprender palabras diferentes para las mismas cosas, sino aprender otra manera de pensar acerca de las cosas.”

Aprender una lengua extranjera es abrir una puerta a otras formas de ver el mundo. Es también cultivar el respeto, la empatía y la capacidad de adaptarse a lo diverso. Por eso, enseñar inglés —o cualquier idioma— es mucho más que enseñar vocabulario: es formar ciudadanos globales.

Referencias