La sociedad de la información es un fenómeno global impulsado por la agenda neoliberal, que ha profundizado desigualdades sociales y económicas, aunque ofrece oportunidades significativas para el desarrollo si su diseño prioriza a los ciudadanos. En el contexto colombiano, se requiere infraestructura inclusiva, e-inclusión y e-aprendizaje para fomentar equidad; además, distinguir entre información y conocimiento es clave para avanzar hacia una sociedad del conocimiento empoderada.
1. Contexto y
legitimación del concepto
La idea de “sociedad
de la información” nace en el marco de la globalización neoliberal, cuyo
objetivo ha sido instalar un mercado mundial abierto y autorregulado. Este
impulso ha estado respaldado por organismos como la OMC, el FMI y el Banco
Mundial, que han promovido el retiro de regulaciones nacionales bajo la premisa
de que obstaculizan la inversión. El resultado, lamentablemente, ha sido una
profunda desigualdad entre países y dentro de ellos.
En términos concretos,
se trata de una construcción política que premia la rapidez y eficiencia del
mercado, sin garantizar justicia social. En Colombia, donde la brecha entre
ricos y pobres es dramática, ese modelo se vuelve particularmente problemático
y exige una respuesta consciente por parte del Estado, la sociedad civil y el
sector privado.
2. ¿Qué entendemos
por “sociedad de la información”?
La sociedad de la información se define por el papel esencial que juegan las tecnologías para crear, distribuir y manipular información en ámbitos sociales, culturales y económicos. La verdad es que esta idea muchas veces parece más un sueño utópico impulsado por entusiastas tecnológicos que una realidad accesible, pues asume ingenuamente que el acceso automático a la información conduce a mayor igualdad.
3. Estructura para
avanzar hacia ese modelo
Infraestructura: es imperativo que el Estado diseñe y mantenga
un marco regulatorio estable que atraiga inversión en tecnologías sin olvidar
la asequibilidad para la población. En Colombia, esto debe incluir zonas
rurales y comunidades vulnerables, donde la conectividad sigue siendo un lujo
(Ministerio TIC, 2023).
Transformación de
procesos: los países en
desarrollo, como Colombia, no deben simplemente imitar los modelos de los más
avanzados. En cambio, necesitan soluciones adaptadas a sus necesidades
concretas —en áreas como educación, salud y participación ciudadana—
gestionadas localmente.
E-inclusión y
e-learning: la inclusión
digital no es sólo acceso, sino también contenidos relevantes y adaptados a
grupos en riesgo de exclusión. El e-aprendizaje, por su parte, no solo
significa teclear frente a una pantalla: hay que enseñar a usar críticamente
las TIC, pensando en el “para qué” y el “por qué”.
Rol de los actores
sociales:
- Sociedad civil: promueve diversidad y liderazgo en la
transformación digital.
- Sector privado: puede cooperar como aliado tecnológico,
aportando recursos y compromiso social.
- Estado: debe regular, promover, impulsar el uso de tecnologías y
garantizar que los servicios lleguen a todos.
4. ¿Estamos
preparados?
La revolución
informática desestabilizó los núcleos de cohesión social —la familia, la
escuela, el Estado— con una lógica fractal y disociada. En lugar de unirnos
como “Nosotros los pueblos”, muchos vivimos aislados digitalmente. La pregunta
es clara: ¿esta nueva era tecnológica será el preludio de mayor desigualdad
global?
Esa posibilidad
existe, la verdad es que sí. Evitarla exige no sólo recursos económicos, sino
inversiones profundas en educación, formación crítica y fomentos
institucionales, especialmente en entornos marginados.
5. Infancia,
juventud y alfabetización digital
Las TIC abren puertas
enormes: aprendizaje cooperativo, redes globales, creatividad. Pero ese
potencial se desperdicia si no pensamos más allá de lo instrumental. ¿Para qué
usamos estas herramientas? ¿para qué sirven en la formación integral? ¿cómo
hacen a los jóvenes más críticos, creativos y participativos?
En Colombia, donde el
público joven está conectado, pero no siempre empoderado, se necesita un
enfoque que combine capacidades técnicas con pensamiento axiológico: que
comprendan el valor social de lo digital y lo usen con sentido.
6. Conectividad
inclusiva
Países desarrollados
como Estados Unidos alcanzan entre 60 % y 70 % de cobertura de internet; en
contraste, en México esa cifra es diez veces menor, y en zonas rurales
colombianas puede ser aún peor. Por ello, los precios deben ser asequibles y,
cuando sea necesario, subsidiados o gestionados desde programas del Estado.
Esto no sólo es una
cuestión técnica: es una decisión política que determina qué tan lejos llega la
sociedad de la información en Colombia.
7. De información a
conocimiento
Es fundamental
distinguir información y conocimiento: la primera consiste en datos
estructurados pero carentes de significado hasta que alguien con capacidad
cognoscitiva los interpreta; el conocimiento, en cambio, es la comprensión
contextualizada y útil de esos datos (David & Foray, 2002).
La sociedad del
conocimiento exige más que conectividad: implica que las personas se apropien
de la información, la transformen en saber útil y participen activamente. Esto
se construye sobre cinco pilares:
- Conectividad accesible.
- Puntos de acceso comunitarios (bibliotecas, centros
comunales).
- Contenidos relevantes y formativos.
- Capacitación significativa para interpretar y usar información con
sentido.
- Redes sociales orientadas al trabajo colaborativo y
propósito común.
8. Ejemplos reales
y un contraejemplo
Ejemplo 1: En zonas rurales de Antioquia, un programa
piloto combinó conectividad comunitaria con talleres en TICs y desarrollo
local. Resultado: jóvenes usando internet para crear negocios agrícolas
digitales, fortaleciendo identidad y empleo local.
Ejemplo 2: En Bogotá, bibliotecas públicas con acceso
gratuito y mediadores digitales permiten que personas mayores aprendan
habilidades digitales para trámites y comunicación familiar, reduciendo
aislamiento social.
Contra-ejemplo: En una zona urbana con buena conectividad,
muchos jóvenes acceden a internet, pero solo para entretenimiento o redes, sin
saber aprovechar su potencial pedagógico o ciudadano. Aquí la tecnología
existe, pero falta formación crítica.
9. Buenas prácticas
valiosas
- Promover marcos regulatorios inclusivos y
estables que garanticen inversión y asequibilidad.
- Fomentar e-inclusión mediante contenidos y
servicios adaptados a comunidades vulnerables.
- Impulsar e-learning con enfoque crítico y
valores humanos, no solo instrumental.
- Apoyar alianzas Estado–sector
privado–sociedad civil con vocación social.
- Implementar puntos de acceso comunitarios
como bibliotecas o centros comunales.
- Diseñar formación digital que contemple
“qué” se usa y “para qué” se usa.
- Aprovechar las redes sociales para
construir proyectos colectivos y conocimiento compartido.
Conclusión
La sociedad de la
información puede ser una poderosa herramienta para el desarrollo humano en
Colombia, pero sólo si se construye con criterios de equidad, inclusión,
formación crítica y participación activa. No basta con infraestructura: es
esencial transformar datos en conocimiento compartido, poniendo en el centro a
las personas. Si logramos que nuestras comunidades no solo estén conectadas,
sino también empoderadas, habremos sembrado las semillas de una verdadera
sociedad del conocimiento.
Referencias
David, P., &
Foray, D. (2002). An
introduction to the economy of the knowledge society. International Social Science
Journal, 54(171), 9–23.
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