Durante mucho tiempo, en gran parte del mundo desarrollado ha predominado una visión monolingüe que tiende a considerar la coexistencia de varios idiomas como innecesaria, incluso como un obstáculo económico. Así lo expresó de forma contundente el lingüista D.P. Pattanayak (1984), quien afirmó que "cuando los idiomas son dos, se considera una tontería; cuando son tres, un gasto inútil; y cuando son muchos, un absurdo". Pero la realidad es muy distinta en contextos multilingües, donde convivir con varios idiomas no solo es natural, sino esencial para la vida cotidiana. En estos entornos, limitar la elección lingüística resulta artificial y empobrecedor.
Y es que, la verdad,
el multilingüismo no es la excepción, sino la norma. Investigaciones de
referencia como las de Grosjean (2004) revelan que más de la mitad de la
población mundial es bilingüe, lo que nos invita a repensar nuestras
concepciones sobre la lengua y su enseñanza. Muchas personas, especialmente en
regiones con contacto cultural intenso, crecen hablando dos o más idiomas sin
que eso represente un problema. Al contrario, se convierte en una fortaleza
identitaria, cognitiva y social.
En el contexto
colombiano, esta toma de conciencia ha cobrado fuerza en las últimas dos
décadas. La globalización, con sus efectos en la economía, la política, las
comunicaciones y la educación, ha puesto en evidencia la necesidad de formar
ciudadanos capaces de desenvolverse en contextos internacionales. En este
sentido, la formación de docentes bilingües se presenta como una prioridad
educativa que responde no solo a tendencias globales, sino también a
necesidades locales urgentes.
Colombia, desde la
Constitución Política de 1991, se reconoce como un país multilingüe y
pluricultural. A partir de ahí, se han impulsado diversas políticas
públicas como el Programa Nacional de Bilingüismo (2004-2009), la Ley
del Bilingüismo (2013) y el programa “Colombia Very Well” (2014),
todos orientados a fortalecer la enseñanza del inglés y a preparar ciudadanos
que puedan participar activamente en la comunidad global (MEN, 2014). Estos
esfuerzos han promovido no solo estrategias pedagógicas innovadoras, sino
también la participación de familias, instituciones y alianzas
intersectoriales.
Sin embargo, los
desafíos persisten. Las pruebas estandarizadas aplicadas por el ICFES –como
SABER 3°, 5°, 9°, SABER 11° y SABER PRO– siguen reflejando resultados bajos
en áreas clave como lectura crítica, producción textual y dominio del inglés,
especialmente en regiones como la Caribe colombiana. Esta situación pone de
manifiesto la necesidad urgente de replantear los procesos de formación
docente, tanto para profesores normalistas como para licenciados en
educación, que tienen la responsabilidad directa de enseñar tanto español como
inglés.
Además, el nuevo
panorama social y laboral exige actualizar los programas educativos para que
los futuros docentes no solo conozcan los contenidos, sino que desarrollen
competencias blandas, pensamiento crítico y sensibilidad cultural. La formación
debe orientarse hacia el profesional del siglo XXI, capaz de responder
con ética, creatividad y resiliencia a los retos de una sociedad
interconectada.
Las recomendaciones de
la UNESCO a través del Informe Delors (1996) siguen vigentes hoy más que nunca.
Educar implica desarrollar cuatro aprendizajes fundamentales: aprender a
conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. Estos
pilares se entrelazan para formar seres humanos íntegros, críticos y empáticos,
cualidades indispensables en quienes asumen la tarea de enseñar lenguas y, con
ellas, puentes hacia la comprensión intercultural.
Por eso, formar licenciados
en educación bilingüe no es simplemente enseñar dos idiomas. Es sembrar una
visión abierta del mundo, fomentar el diálogo entre culturas y preparar
profesionales capaces de liderar procesos educativos con conciencia social,
capacidad investigativa y vocación transformadora. Se trata de formar actores
del cambio, comprometidos con el desarrollo histórico de nuestro país y con
la equidad educativa desde una perspectiva inclusiva.
Al final, la educación
bilingüe no debería verse como un lujo ni como una imposición, sino como una
oportunidad para crecer como sociedad, para incluir más voces, y para construir
un futuro más justo y plural.
Referencias
Delors, J. (1996). La
educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión
Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI. Ediciones UNESCO.
Grosjean,
F. (2004). Studying bilinguals: Methodological and conceptual issues. Bilingualism: Language and Cognition, 7(2), 121-132.
https://doi.org/10.1017/S1366728904001460
Ministerio de
Educación Nacional (MEN). (2014). Colombia Very Well: Programa Nacional de
Inglés 2015–2025.
Pattanayak,
D. P. (1984). Language Policy and Programmes. UNESCO Regional Office for
Education in Asia and the Pacific.
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