El inglés, sin duda, se ha convertido en un protagonista clave dentro de los currículos escolares de muchas naciones. Su presencia, como lo han señalado Cha y Ham (2011), ya no es discutible, especialmente en contextos donde se busca una mayor inserción en dinámicas globales. En América Latina, este fenómeno se ha traducido en la adopción de políticas educativas que promueven el inglés como asignatura obligatoria desde edades tempranas. Sin embargo, y aquí está el gran desafío, dichas políticas han enfrentado limitaciones que afectan su ejecución real y efectiva: clases con muchos estudiantes, pocos recursos, horarios reducidos, y lo más preocupante, un bajo nivel de competencia lingüística por parte de los docentes, especialmente en primaria.
Colombia no ha sido la
excepción. En 2004, el Ministerio de Educación Nacional (MEN) lanzó el Programa
Nacional de Bilingüismo (PNB), con la ambiciosa meta de formar ciudadanos
capaces de comunicarse en inglés en niveles comparables con estándares
internacionales. El programa se organizó en tres líneas de acción:
etnoeducación, modelos flexibles para la educación del trabajo, y enseñanza del
inglés en instituciones escolares. Esta última línea es, sin duda, la más
visible y controvertida.
1. Fundamentos
teóricos y metodológicos del PNB
El PNB se fundamenta
en una visión instrumental del inglés. Se asume que aprender esta lengua es
esencial para el desarrollo económico, académico, tecnológico y cultural del
país (MEN, 2006). Desde esta perspectiva, la lengua inglesa se convierte en una
herramienta que permite a los ciudadanos acceder a nuevas oportunidades y, al
país, proyectarse internacionalmente.
Metodológicamente, el
programa establece estándares basados en el Marco Común Europeo de
Referencia para las Lenguas (MCER). Desde 2006, los documentos oficiales
definen niveles de competencia para diferentes grupos poblacionales, como
estudiantes y docentes. También se han diseñado pruebas nacionales alineadas
con estos estándares (como las pruebas Saber), se han realizado diagnósticos de
competencias y se ha promovido la formación docente a través de talleres,
cursos y algunas oportunidades de inmersión.
Ahora bien, ¿funciona
esta visión como se esperaba?
2. Logros visibles
y aportes del PNB
Hay que reconocer que
el PNB ha generado transformaciones importantes. Se han difundido ampliamente
los estándares de competencia, varias secretarías de educación han ajustado sus
planes, y se han llevado a cabo procesos de formación y fortalecimiento docente
(Grimaldo, 2009). Además, surgieron iniciativas como el portal “Inglés para
todos” y programas televisivos dirigidos a la enseñanza del inglés. También, se
han diseñado materiales para educación media y se han establecido diagnósticos
que ayudan a visualizar necesidades y avances.
Gracias a estos
esfuerzos, se ha promovido una mayor conciencia sobre la enseñanza del inglés
como un derecho formativo y una necesidad estratégica. La verdad es que el país
ha avanzado en términos de estructura curricular y planificación, lo cual no es
menor.
3. Principales
limitaciones y controversias
Pero —y es un “pero”
significativo— los logros han sido desiguales, y muchas de las metas aún no se
han alcanzado. Las causas de este desfase son múltiples:
·
Desconexión
entre teoría y práctica: Como
en otros países de la región, en Colombia existe una brecha clara entre lo que
el programa busca y lo que realmente ocurre en las aulas (Zappa-Hollman, 2007;
Pagliarini & Assis-Peterson, 2008).
·
Formación
insuficiente de docentes: La
falta de preparación lingüística y pedagógica en inglés, especialmente en el
nivel de primaria, sigue siendo una barrera estructural crítica (Cadavid,
McNulty & Quinchía, 2004; Maturana, 2011).
·
Implementación
vertical y excluyente: El PNB
fue criticado por su diseño top-down, sin suficiente consulta a los actores
educativos involucrados (Cárdenas, 2006).
·
Visión
reduccionista del bilingüismo:
Se equipara "bilingüismo" exclusivamente con inglés-español,
ignorando lenguas indígenas o incluso otras lenguas extranjeras (Guerrero,
2008; de Mejía, 2006).
·
Adopción
acrítica de modelos foráneos:
La incorporación de estándares internacionales sin contextualización ha
generado tensiones con las realidades culturales, sociales y educativas del
país (Ayala & Álvarez, 2005).
·
Desigualdad
en acceso: Solo una pequeña
parte de los estudiantes —en zonas urbanas o colegios privados— logra acercarse
a las metas del programa. En muchas regiones rurales, el inglés es
prácticamente inexistente (Mufwene, 2010).
·
Ideología
implícita del inglés como “lengua de poder”: Diversos académicos cuestionan el trasfondo ideológico del programa,
sugiriendo que puede estar promoviendo una forma de imperialismo cultural
(Graddol, 2006; Tomlinson, 1991).
4. Reflexiones
finales
El PNB representa, sin
duda, un intento valiente y estratégico de modernizar el sistema educativo
colombiano. Su enfoque en estándares, formación docente y evaluación refleja
una intención clara de alinear la educación del país con el contexto internacional.
Sin embargo, la verdad
es que no basta con buenas intenciones. Una política lingüística efectiva debe
considerar las voces de los maestros, las realidades de cada región, y la
diversidad lingüística y cultural del país. Debe ser flexible, participativa y
sensible a los contextos locales. También necesita ser inclusiva, no solo en
términos lingüísticos, sino también en cuanto al acceso y a la equidad
educativa.
El desafío actual no
es solo mejorar la enseñanza del inglés, sino hacerlo de forma ética,
crítica y contextualizada. Porque al final del día, enseñar una lengua no
es solo enseñar vocabulario o gramática; es enseñar una forma de ver el mundo.
Y eso implica responsabilidad.
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