Imagina por un momento que enseñar no es simplemente transmitir información, sino acompañar a tus estudiantes en un viaje cuidadosamente guiado hacia la comprensión, la autonomía y la transformación personal. Esta es precisamente la propuesta de Robert Gagné, un referente fundamental en la educación del siglo XX, cuya teoría sobre los "nueve eventos de instrucción" sigue inspirando a educadores en todo el mundo.
Un mapa para
orientar el acto de enseñar
Gagné (1985)
comprendía el aprendizaje como un proceso ordenado y significativo. Cada etapa
que plantea en su modelo responde a una necesidad concreta del estudiante en su
proceso de adquisición de conocimientos. Más que una receta rígida, se trata de
una guía flexible que nos invita a preguntarnos: ¿cómo puedo generar mejores
condiciones para que el aprendizaje realmente ocurra?
A continuación,
presentamos los nueve eventos de instrucción de Gagné adaptados para maestras y
maestros en formación, con ejemplos cotidianos, fundamentos teóricos y
sugerencias prácticas para integrarlos de forma consciente y afectiva en tu
labor pedagógica:
1. Captar la
atención: abrir la puerta del asombro
Antes de enseñar, hay
que lograr que alguien quiera aprender. En el aula —virtual o presencial— esto
implica romper con la rutina, despertar la curiosidad, generar preguntas. Algo
tan simple como compartir una anécdota, una situación cotidiana del contexto
local o una pregunta provocadora puede abrir ese canal. En entornos laborales,
por ejemplo, este paso ocurre cuando los aprendices y sus líderes conversan
sobre los retos reales que enfrentan en sus funciones.
"El interés es el
primer paso del pensamiento." – John Dewey
2. Informar los
objetivos de aprendizaje: trazar el rumbo con claridad
Cuando un estudiante
comprende hacia dónde va, puede alinear sus esfuerzos y expectativas. Pero
cuidado: no se trata de recitar objetivos técnicos, sino de traducirlos a un
lenguaje cercano. Por ejemplo, en lugar de decir “analizar los principios del
diseño instruccional”, puedes decir: “vas a descubrir cómo planificar una clase
para que tenga más sentido para tus estudiantes”.
3. Estimular el
recuerdo: conectar con lo vivido
Todo aprendizaje parte
de lo que ya conocemos. Activar esos saberes previos permite crear puentes y
estructuras nuevas. Aquí puedes usar mapas mentales, historias personales o
preguntas como: "¿Qué recuerdas de la última vez que te sentiste confundido
aprendiendo algo nuevo?". La recuperación activa —tomar apuntes, explicar
en voz alta, hacer preguntas— es clave para este proceso (Roediger &
Butler, 2011).
4. Presentar el
contenido: estructurar sin sobrecargar
Menos es más. Divide
el contenido en segmentos digeribles y con lógica progresiva. Usa ejemplos
visuales, casos reales o materiales interactivos. Esto ayuda a reducir la
sobrecarga cognitiva y favorece la retención (Sweller, 1988).
5. Proporcionar
orientación: acompañar con intención
Aprender no es caminar
a ciegas. Como formador, puedes ofrecer pistas, estrategias, esquemas o
preguntas guía. Aquí el andamiaje de Vygotsky cobra todo su sentido: apoyar sin
invadir, guiar sin imponer, retirar el apoyo cuando ya no sea necesario.
6. Estimular la
ejecución: aprender haciendo
No basta con escuchar
o mirar. El aprendizaje se consolida cuando el estudiante pone en práctica lo
aprendido. Puedes fomentar esto mediante ejercicios, simulaciones, discusiones
o pequeños proyectos. También es vital modelar lo que esperamos: mostrar cómo
se hace, para que luego puedan hacerlo por sí mismos (Bandura, 1977).
7. Proporcionar
retroalimentación: transformar el error en oportunidad
Más que juzgar,
retroalimentar es dialogar. En lugar de decir “muy bien” o “mal”, di “aquí
lograste esto, y podrías mejorar en esto otro”. La retroalimentación clara y
específica potencia el aprendizaje y refuerza la confianza (Hattie &
Timperley, 2007).
8. Evaluar el
desempeño: comprobar para mejorar
La evaluación no debe
ser una sentencia, sino un espejo. Sirve para observar el progreso, identificar
dificultades y ajustar la enseñanza. Puedes usar rúbricas, autoevaluaciones,
preguntas abiertas, etc. Evalúa con propósito: no solo lo que aprendieron, sino
cómo lo están aplicando.
9. Fomentar la
transferencia: llevar el aula a la vida
El objetivo último del
aprendizaje es que se vuelva parte de la vida cotidiana. Esto se logra cuando
ayudamos a los estudiantes a identificar cómo aplicar lo aprendido en otras
situaciones. Usa casos reales, desafíos abiertos o preguntas como: “¿cómo aplicarías
esto en tu comunidad o entorno de práctica?”
Cierre: aprender es
un acto profundamente humano
La teoría de Gagné no
busca convertirnos en autómatas del diseño instruccional, sino en artesanos del
aprendizaje. Nos recuerda que enseñar es una responsabilidad ética y estética:
implica cuidar, pensar, construir y reconstruir junto a otros. Como maestras y
maestros en formación, ustedes tienen la oportunidad —y la tarea— de hacer del
aprendizaje una experiencia con sentido, con alma, con vida.
Referencias
Bandura, A.
(1977). Social learning theory. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
Gagné, R.
M. (1985). The conditions of learning and theory of instruction (4th
ed.). New York, NY: Holt, Rinehart & Winston.
Gagné, R.
M., Briggs, L. J., & Wager, W. W. (1992). Principles of instructional
design (4th ed.). Fort Worth, TX: HBJ College Publishers.
Hattie, J.,
& Timperley, H. (2007). The power of feedback. Review of Educational
Research, 77(1), 81–112. https://doi.org/10.3102/003465430298487
Roediger,
H. L., & Butler, A. C. (2011). The critical role of retrieval practice in
long-term retention. Trends in Cognitive Sciences, 15(1), 20–27. https://doi.org/10.1016/j.tics.2010.09.003
Sweller, J.
(1988). Cognitive load during problem solving: Effects on learning. Cognitive Science, 12(2), 257–285. https://doi.org/10.1207/s15516709cog1202_4