Introducción: cuando la fatiga se vuelve norma
Vivimos en una época
donde el cansancio ya no es solo una molestia pasajera, sino una condición
generalizada. No se trata de estar simplemente "cansados", sino de un
desgaste emocional, mental y físico que atraviesa nuestras formas de vivir, trabajar,
enseñar y aprender. Esta es la tesis central que plantea el filósofo
surcoreano-alemán Byung-Chul Han en su ya clásica obra La sociedad del
cansancio (2010). Con aguda lucidez, Han observa que el modelo actual de
vida, basado en el rendimiento, ha transformado nuestras relaciones con el
tiempo, con el cuerpo, con los demás y, sobre todo, con nosotras y nosotros
mismos.
De la disciplina a
la auto explotación: ¿quién nos exige tanto?
En el pasado —nos
recuerda Michel Foucault— el control social se ejercía desde afuera: la
escuela, el hospital, la cárcel. Se trataba de una vigilancia externa. Pero Han
afirma que en la sociedad contemporánea ya no necesitamos un carcelero. Nos
hemos convertido en nuestros propios vigilantes.
En la llamada sociedad
del rendimiento, ya no obedecemos órdenes ajenas, sino que nos
autoimponemos metas, tareas, estándares cada vez más altos. Queremos rendir
más, ser mejores, destacarnos, mostrar resultados... y en ese esfuerzo
incesante, terminamos agotados. Es lo que Han llama auto explotación, un
fenómeno silencioso, pero profundamente dañino. El sujeto contemporáneo no
necesita que lo obliguen: se obliga a sí mismo.
Burnout: cuando el
alma se agota
Esta presión constante
genera una forma de sufrimiento moderno: el burnout, o síndrome del desgaste
profesional. Se trata de un estado de agotamiento físico, emocional y mental
causado por un estrés crónico, que afecta de forma severa nuestra salud mental
y nuestra capacidad para disfrutar de la vida y del trabajo. Entre sus
manifestaciones más comunes están:
- El agotamiento emocional: sentir
que ya no queda energía para sostener el día a día.
- La despersonalización: desarrollar
una mirada cínica, distante, incluso apática, hacia las personas con
quienes trabajamos.
- La reducción de la realización personal:
experimentar la sensación de que lo que hacemos carece de sentido o valor.
Han sostiene que esta
condición no es solo individual, sino estructural. Es decir, no basta con hacer
"pausas activas" o tomar vitaminas: hay que cuestionar el sistema que
nos obliga a vivir como si siempre estuviéramos en competencia con el reloj y
con los demás.
La violencia
neuronal y la cultura del optimismo forzado
Otra categoría potente
que introduce Han es la de violencia neuronal. Esta alude al impacto
profundo que tiene la hiperexigencia sobre nuestra mente. Vivimos rodeados de
estímulos, notificaciones, comparaciones y exigencias. Esto no solo nos impide
descansar, sino también concentrarnos, pensar con claridad y sentir con profundidad.
Y es que, además,
estamos atrapados en una cultura de la positividad, donde mostrar
cansancio, tristeza o duda está mal visto. Nos exigen estar bien, sonreír, ser
fuertes, estar "motivados" todo el tiempo. Pero esto es una trampa.
Porque negar nuestras emociones negativas no las elimina: las reprime y las
transforma en malestar crónico.
Educar desde el
cuidado: claves para maestras y maestros en formación
La verdad es que este
modelo de auto explotación también ha penetrado la educación. Las y los
estudiantes sienten que deben sobresalir todo el tiempo. Las y los docentes
creen que deben cumplir con todo, incluso a costa de su bienestar. Por eso,
pensar la educación desde Han es también una invitación a cuidarnos y a cuidar.
¿Qué podemos hacer?
- Redefinir el éxito educativo: no como acumulación de logros, sino como
crecimiento humano integral.
- Crear espacios de pausa y reflexión: donde se valore el silencio, la duda, el
error.
- Fomentar una enseñanza más holística: que contemple lo emocional, lo social,
lo ético.
- Promover el autocuidado y el cuidado mutuo: tanto entre estudiantes como entre
docentes.
En otras palabras:
enseñar no puede convertirse en un acto de rendimiento sin alma. Educar es
acompañar procesos humanos, y eso implica reconocer los límites, escuchar los
silencios, validar la vulnerabilidad.
Conclusión:
rendirse… pero no como derrota, sino como descanso
Byung-Chul Han no nos
llama al pesimismo, sino a la lucidez. Nos invita a mirar de frente la sociedad
que hemos construido —y que muchas veces reproducimos sin darnos cuenta— para
imaginar otra forma de vivir. Una donde el descanso no sea un lujo, sino un
derecho. Una donde el éxito no se mida solo en productividad, sino en
bienestar. Una donde educar no sea resistir el cansancio, sino enseñarnos
mutuamente a vivir con sentido.
Porque, como maestras
y maestros en formación, tenemos la posibilidad —y la responsabilidad— de
transformar la cultura del rendimiento en una pedagogía del cuidado.
Bibliografía
Han, B.-C. (2012). La
sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.
Foucault, M. (2002). Vigilar
y castigar. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
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