En el universo siempre cambiante de la educación superior, hablar de una "educación centrada en el estudiante" no es una simple consigna pedagógica. Es, en realidad, una afirmación filosófica sobre el valor del ser humano como constructor activo de su saber. Jean Piaget, psicólogo suizo y pionero del constructivismo, nos ofrece una ruta profunda para entender cómo las personas aprenden, desde su infancia hasta su madurez, partiendo siempre de un principio fundamental: el conocimiento se construye, no se transmite pasivamente.
Piaget y la
construcción del conocimiento: una teoría viva
La verdad es que, para
Piaget, conocer no era copiar la realidad, sino transformarla. A través de su
teoría del desarrollo cognitivo, propuso que los niños atraviesan etapas
sucesivas donde reconfiguran su forma de entender el mundo. Estas etapas
-sensoriomotora, preoperacional, operaciones concretas y operaciones formales-
no son solo momentos del crecimiento; son territorios interiores donde el
pensamiento se reinventa.
En la etapa
sensoriomotora (0-2 años), el conocimiento nace de la acción: mirar, tocar,
gatear. Es en esta fase donde emerge la noción de permanencia del objeto, una
conquista filosófica tan profunda como cualquier idea abstracta.
Luego, en la etapa
preoperacional (2-7 años), los niños empiezan a nombrar el mundo. Aunque el
egocentrismo domina, ya hay un intento de representar lo ausente, de imaginar
lo que no se ve. A partir de los 7 años, en la etapa de operaciones concretas,
se afianza el pensamiento lógico, pero aún atado a lo tangible. Finalmente, con
la adolescencia llega la etapa de operaciones formales: el salto al pensamiento
abstracto, a la posibilidad de formular hipótesis y debatir conceptos éticos o
científicos. En pocas palabras, pensar sin tener que tocar.
Aprender haciendo:
el constructivismo en acción
Y es que Piaget no se
limita a describir etapas. Nos entrega una filosofía: cada estudiante es
protagonista de su propia construcción cognitiva. Asimilar y acomodar son los
dos procesos clave en este viaje. La asimilación permite que nuevas
experiencias se integren a esquemas existentes; la acomodación, en cambio,
exige reorganizar esos esquemas cuando la realidad ya no encaja. En ese ir y
venir, se moldea el pensamiento.
Por eso, el
aprendizaje no puede ser una simple transferencia de contenidos. Como dice
Bruner (1997), inspirado en Piaget, "la enseñanza que no toma en cuenta lo
que el estudiante ya sabe es como construir sobre aire".
Lenguaje,
interacción y pensamiento
Aunque Piaget subrayó
la acción individual, también reconoció el papel esencial del lenguaje. Hablar
es pensar en voz alta. Es organizar el mundo interior con palabras y
compartirlo con otros. Gracias al lenguaje, los niños no solo representan la
realidad, sino que acceden a niveles más complejos de abstracción y reflexión.
Implicaciones
didácticas: educar con sentido y respeto
La educación centrada
en el estudiante exige reconocer en qué etapa del desarrollo cognitivo se
encuentra cada uno. No se trata de simplificar contenidos, sino de acompañar el
ritmo del pensamiento. En la etapa sensoriomotora, las experiencias deben ser tangibles,
sensoriales, motoras. En la etapa de operaciones concretas, se puede invitar al
análisis y la comparación. Y cuando se alcanza el pensamiento formal, es
posible introducir la discusión, el debate, la metacognición.
El rol del docente,
entonces, cambia radicalmente. Ya no es un transmisor de información, sino un
facilitador, un observador sensible que propone retos, escucha y adapta. El
aula se convierte en un laboratorio de descubrimiento, no en una fábrica de
respuestas.
Críticas, diálogos
y vigencia
Claro está: la teoría
de Piaget no es un dogma. Se ha criticado su falta de atención al contexto
sociocultural, como bien señala Vygotsky (1978), quien defiende que el
aprendizaje es, ante todo, un hecho social. Sin embargo, lejos de invalidar a
Piaget, este diálogo lo complementa. Hoy, las pedagogías más avanzadas combinan
lo individual y lo social, lo biológico y lo cultural.
Para terminar: una
educación con alma
Hablar de Piaget es
hablar de esperanza. De la confianza en que cada ser humano, sin importar su
punto de partida, puede construir un conocimiento propio, profundo y
significativo. Y es que, en el fondo, enseñar es creer en esa capacidad. Como
docentes en formación, es vital recordar que la mente de un niño no es un
recipiente a llenar, sino un fuego a encender.
Referencias
Bruner, J. (1997). La
educación, puerta de la cultura. Gedisa.
Piaget, J. (1972). La
epistemología genética. Ariel.
Piaget, J. (1975). El
nacimiento de la inteligencia en el niño. Crítica.
Vygotsky,
L. S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological
processes. Harvard University
Press.
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