Hablar de Paulo Freire no es hablar sólo de pedagogía. Es hablar de humanidad, de lucha, de sensibilidad y de esperanza. Porque en cada una de sus palabras, en cada gesto de su pensamiento, palpita una convicción profunda: la educación es un acto de amor y de coraje, una apuesta vital por lo posible. En esta lectura didáctico-filosófica nos adentramos en uno de los ejes más potentes de su legado: la esperanza como principio pedagógico y ético-político.
Desde su natal Recife
hasta los rincones más humildes de nuestra América Latina, Freire comprendió
que educar no es transmitir contenidos, sino generar condiciones para que la
conciencia se despierte y se haga palabra, acción y transformación. Y es que la
esperanza -ese término tantas veces reducido a un lugar común o a una espera
pasiva- fue para él una energía activa, un gesto humano que empuja el mundo
hacia lo inédito viable (Freire, 1993).
Esperanza
encarnada: cuando educar es reexistir
En el contexto de
crisis, exclusión y desigualdad que atraviesan nuestros pueblos, hablar de
esperanza es, en palabras de Freire, un acto de resistencia. No se trata de
ingenuidad. Tampoco de optimismo vacío. Es, más bien, una forma de leer el
mundo desde quienes cargan con la historia escrita en sus cuerpos y sus
ausencias. “Tomar distancia”, como decía Freire, es ver más allá de lo
inmediato para emerger desde la experiencia propia (Freire, 2019).
Un ejemplo conmovedor
aparece en Cartas a quien pretende enseñar (Freire, 2019), cuando relata
cómo dos participantes de una capacitación, al observar una fotografía de su
propio pueblo, descubren por primera vez su realidad. "Porto Mont es
exactamente así, y nosotros no lo sabíamos", dijeron. Ese momento de
reconocimiento visual, de relectura del mundo, es también una relectura de sí
mismos.
La pedagogía como
proyecto de humanización
Freire proponía una
pedagogía del encuentro, donde educador y educando se transforman juntos,
mediando su vínculo con el mundo y con la palabra. La educación es un proceso
en el que se entrelazan saberes, sentimientos, deseos, preguntas, silencios. Es
un acto cultural, político, histórico.
No es casual que la
esperanza tenga lugar central en su propuesta. Ella habita en lo cotidiano, en
las preguntas que se atreven a abrir horizontes, en los sueños que se gestan
entre la precariedad y la dignidad. Es ahí donde la acción educativa cobra fuerza,
como praxis transformadora: "Pensar que la esperanza sola transforma el
mundo... es ingenuidad. Pero prescindir de ella es frívola ilusión"
(Freire, 1993, p. 8).
Una educación
situada, plural y esperanzada
La verdad es que la
obra freireana se vuelve carne cuando se lee al calor de nuestras propias
urgencias: migración, violencia, racismo, exclusión digital, mercantilización
del saber. Frente a estas realidades, la pedagogía crítica no es un lujo: es
una necesidad.
Educar en esperanza
significa construir condiciones para que los sujetos reconozcan sus voces, sus
territorios, sus genealogías. Como dice Pinheiro (2013), se trata de hacer de
la experiencia un punto de partida epistemológico para nombrar el mundo desde
nuestras luchas.
El lugar de los
nuevos sujetos y las nuevas preguntas
Hoy, las educaciones
populares deben responder a otras formas de opresión: algoritmos que reproducen
desigualdades, plataformas digitales sin rostro, silencios impuestos por el
miedo o la desesperanza. Y es que, como advierte Lidia Rodríguez (2015), la pedagogía
de la esperanza debe reinventarse desde los sujetos que la habitan: niñas,
mujeres, comunidades afro e indígenas, migrantes, activistas, madres solteras,
docentes rurales. Todos ellos portan un saber que no cabe en los manuales, pero
que ilumina nuevas formas de estar en el mundo.
Conclusión:
aprender a vivir entre tiempos
Freire nos invita a
vivir con "el cuerpo mojado de historia", con la ternura de quien
cree que la educación puede ser un acto amoroso, rebelde y colectivo. Y sí, es
una tarea difícil. Pero también hermosa. Porque cada gesto que educa desde el respeto,
cada palabra que nombra lo negado, cada pregunta que desestabiliza lo dado, es
una semilla de posibilidad.
Pensar la esperanza es
un acto de coraje. Enseñarla, una forma de dignidad. Practicarla, un compromiso
con la humanidad.
Referencias
Adams, T. (2015).
Mediación (pedagógica). En D. R. Streck, E. Redin & J. J. Zitkoski (Eds.), Diccionario
Paulo Freire (pp. 323-324). CEAAL.
Freire, P. (1970). Pedagogía
del oprimido. Siglo XXI.
Freire, P. (1993). Pedagogía
de la esperanza. Siglo XXI.
Freire, P. (2019). Cartas
a quien pretende enseñar. Siglo XXI.
Pinheiro, L. (2013).
Los movimientos sociales como sujetos educativo-políticos. En M. G. Sollano
& M. C. Zaslav (Coords.), Reconfiguración de lo educativo en América
Latina (pp. 121-162). UNAM.
Rodríguez, L. (2015). Paulo
Freire. Una biografía intelectual. Colihue.
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