En un mundo cada vez más interconectado, incierto y desafiante, la propuesta de Edgar Morin sobre el pensamiento complejo se vuelve más que una alternativa teórica: es una necesidad vital. Morin, sociólogo y filósofo francés, no solo cuestiona la forma en que concebimos el conocimiento, sino que nos invita a replantear la manera en que lo sentimos, lo compartimos y lo transformamos en acción. Y es que, para quienes se están formando como maestros, esta mirada resulta especialmente valiosa: enseñar, al fin y al cabo, es tejer sentidos complejos con hilos humanos.
Comprender la
realidad como un tejido
Morin (1990) afirma
que la realidad no puede ser comprendida desde compartimentos estancos. No
somos mentes divididas entre lo social, lo emocional y lo racional. Somos
entramados vivos donde todo se mezcla, se condiciona, se reinventa. El
pensamiento complejo, en este sentido, no es un método, sino una actitud
epistemológica que nos reta a pensar desde la interacción, la incertidumbre y
la contradicción.
Características del
pensamiento complejo: una pedagogía para lo real
A diferencia de un
pensamiento lineal que busca causas simples para problemas simples, el
pensamiento complejo:
- Integra saberes: promueve la interdisciplinariedad, la
posibilidad de aprender desde la física, la literatura o la biología, sin
jerarquías.
- Acepta la no linealidad: reconoce que los efectos no siempre se
explican por una sola causa. Hay bucles, influencias cruzadas,
retroalimentaciones.
- Es adaptativo: se transforma junto con el contexto.
Aprende de los cambios y no se aferra a verdades absolutas.
- Piensa holísticamente: no separa el todo de las partes. La
educación, por ejemplo, no es solo un conjunto de materias, sino una
experiencia integral.
Estos principios,
desarrollados en obras como El pensamiento complejo (Morin, 1990) y Los
siete saberes necesarios para la educación del futuro (Morin, 2000),
constituyen una guía para el docente que desea formar no solo cerebros, sino
conciencias.
Educar para el
caos: el rol del pensamiento complejo en la formación docente
La educación
tradicional, basada en la fragmentación del saber, corre el riesgo de generar
profesionales incapaces de responder a los problemas actuales. Morin (2000) lo
dice con claridad: necesitamos una educación que enfrente la incertidumbre, que
abrace la complejidad y que se atreva a dudar. Enseñar desde esta perspectiva
implica:
- Fomentar el pensamiento crítico.
- Desarrollar proyectos que integren varias
disciplinas y reflejen problemas reales.
- Reconocer el papel de las emociones
en la construcción del conocimiento.
- Enseñar a vivir con la incertidumbre,
sin la falsa seguridad de lo "absolutamente verdadero".
Y es que, como
educadores en formación, no basta con conocer contenidos; hay que aprender a
mirar el mundo con lentes que reconozcan sus matices.
Ciencia, sociedad y
vida cotidiana: un mismo universo complejo
El pensamiento
complejo también reclama una transformación de la ciencia. Morin aboga por una
"ciencia con conciencia" (Morin, 2002), que reconozca las
interdependencias entre las disciplinas, y que se atreva a estudiar lo humano
desde la totalidad. En la investigación, esto significa no aislar variables
como si fueran entes autónomos, sino entender los fenómenos en su dinámica
viva.
Y en la vida
cotidiana, el pensamiento complejo nos invita a no simplificar lo que sentimos
o vivimos. Tomar una decisión, tener una conversación difícil, resolver un
conflicto: todo implica factores emocionales, sociales, culturales y éticos.
Aplicar esta mirada puede transformar nuestras relaciones y ayudarnos a vivir
con más empatía y conciencia.
Política, educación
y compromiso: el pensamiento complejo como praxis
En lo político, el
pensamiento complejo desafía las soluciones simplistas. Morin insiste en que
las grandes problemáticas actuales —la pobreza, el cambio climático, la
violencia— no pueden abordarse desde visiones unilaterales. Requieren un
abordaje cooperativo, transdisciplinario y profundamente humano. Para los
futuros docentes, esto significa formarse como ciudadanos críticos capaces de
contribuir a un mundo más justo.
Hacia una educación
viva, sensible y transformadora
Adoptar el pensamiento
complejo no es una moda ni una técnica didáctica. Es, como diría Morin, una
"reforma del pensamiento". Una manera de ser, sentir y enseñar que
nos conecta con la riqueza del mundo y con la vulnerabilidad de lo humano. ¡Y qué
tarea tan hermosa para quienes se preparan para formar a otros!
Referencias
Morin, E. (1990). El
pensamiento complejo. Gedisa.
Morin, E. (2000). Los
siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
Morin, E. (2002). La
mente bien ordenada: repensar la reforma, reformar el pensamiento. Seix
Barral.
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