viernes, 11 de julio de 2025

Hacia una comprensión didáctico-filosófica de los modelos de educación virtual: una guía para maestros en formación

 La verdad es que pensar en una teoría unificada de la educación en línea no es tarea sencilla. Terry Anderson (2011), un reconocido académico de la Universidad de Athabasca —referente canadiense en educación a distancia—, lo advirtió desde el principio: construir una teoría coherente de la educación virtual implica asumir complejidades, contradicciones y nuevas formas de enseñar y aprender. Su propuesta, sin embargo, no se detiene en las dificultades, sino que busca tender puentes entre la teoría y la práctica, entre la comunidad académica y la experiencia cotidiana del aula (física o digital).

Anderson parte de un principio clave: la educación en línea es más que una simple extensión del aprendizaje tradicional o una subcategoría de la educación a distancia. Para él, lo que está en juego es la posibilidad de garantizar experiencias educativas más flexibles en tiempo y espacio, especialmente para quienes no pueden acceder a las formas convencionales de formación presencial.

Un marco para pensar la educación en línea: los cuatro lentes del aprendizaje efectivo

Inspirado en el trabajo de Bransford, Brown y Cocking (1999), Anderson propone que todo entorno educativo significativo se construye desde cuatro enfoques que se entrelazan:

  1. Centrado en la comunidad: el aprendizaje como experiencia compartida y social.
  2. Centrado en el conocimiento: el saber cómo eje estructurante de los contenidos.
  3. Centrado en el estudiante: el sujeto como protagonista activo del proceso.
  4. Centrado en la evaluación: la retroalimentación como herramienta formativa y transformadora.

Y es que estos lentes no solo orientan la práctica pedagógica, sino que nos invitan a reconocer el poder de la tecnología —y, en especial, de Internet— para habilitar nuevas formas de interacción, de construcción colectiva del conocimiento y de transformación del rol docente.

La interacción: corazón latente de la educación virtual

Anderson retoma ideas de autores como Holmberg (1989), Moore (1996) y Garrison y Shale (1990) para destacar la importancia de la interacción como pilar pedagógico. Ya sea entre estudiantes y docentes, entre pares o con los contenidos, la interacción es el vínculo que dinamiza el aprendizaje. En los entornos virtuales, esta interacción puede darse de manera sincrónica (en tiempo real) o asincrónica (en tiempos diferidos), permitiendo formas flexibles, diversas y personalizadas de participación.

Dos modelos en tensión: colaboración comunitaria vs. aprendizaje autónomo

En su modelo teórico, Anderson presenta dos enfoques que conviven —aunque no sin tensiones— dentro del universo de la educación en línea:

  • El modelo colaborativo-comunitario, donde las relaciones entre participantes son ricas, significativas y constantes, pero difíciles de escalar a grandes grupos.
  • El modelo instruccional-autónomo, pensado para el autoaprendizaje, con menor grado de interacción y mayor independencia del estudiante.

Ambos modelos, lejos de excluirse, pueden combinarse en propuestas pedagógicas multimodales, adaptadas a las necesidades y ritmos de cada contexto educativo.

Una propuesta integradora: modelos híbridos con propósito pedagógico

Autores como Bosch (2016) han ampliado esta visión, proponiendo modelos de aprendizaje híbrido (blended learning) donde la pedagogía —y no la tecnología— marca el rumbo. El modelo "Blending with Pedagogical Purpose" sugiere que los objetivos de aprendizaje deben guiar la selección de medios, actividades y estrategias, buscando siempre el equilibrio entre lo presencial y lo virtual, lo emocional y lo cognitivo, lo individual y lo colectivo.

Este modelo se apoya en seis componentes clave:

  • Contenido: presentado en múltiples formatos (texto, video, simulaciones, juegos).
  • Apoyo socioemocional: reconociendo que el aprendizaje también involucra acompañamiento afectivo.
  • Dialéctica y cuestionamiento: promoviendo el pensamiento crítico y la reflexión.
  • Reflexión individual y compartida: como motor del aprendizaje profundo.
  • Colaboración: mediante herramientas como wikis, foros y blogs.
  • Evaluación: apoyada en tecnologías que permiten seguimiento, retroalimentación y mejora continua.

Hacia un modelo multimodal: flexibilidad, comunidad e integración

La propuesta culmina en un modelo multimodal que busca integrar lo mejor de distintos enfoques. Este modelo reconoce:

  • La importancia de construir comunidades de aprendizaje (Garrison, Anderson & Archer, 2000).
  • La necesidad de asegurar interacción significativa.
  • El valor del aprendizaje autónomo, apoyado en software adaptativo y tutorías.

Este modelo es flexible, adaptable y abierto a nuevas incorporaciones tecnológicas y pedagógicas. No es un modelo cerrado, sino una invitación a repensar, dialogar y transformar nuestras prácticas.

Reflexión final: lo humano sigue siendo el centro

En tiempos donde las plataformas, algoritmos y métricas parecen gobernarlo todo, volver a pensar la educación en clave humana es un acto profundamente filosófico y ético. El modelo de Anderson —y sus ampliaciones— nos recuerdan que lo importante no es la herramienta, sino cómo la usamos para construir relaciones, conocimiento y sentido.

Para las maestras en formación, este recorrido no es solo un marco teórico, sino una brújula para actuar con conciencia, creatividad y compromiso en entornos digitales que exigen, más que nunca, una pedagogía crítica, sensible y transformadora.

Referencias (APA, última edición)

Anderson, T. (2011). The theory and practice of online learning (2nd ed.). AU Press.

Bransford, J., Brown, A., & Cocking, R. (1999). How people learn: Brain, mind, experience, and school. National Academy Press.

Bosch, R. A. (2016). A review of instructional technology and blended learning models. Educational Technology Research and Development.

Dewey, J. (1916). Democracy and Education. Macmillan.

Garrison, D. R., Anderson, T., & Archer, W. (2000). Critical inquiry in a text-based environment: Computer conferencing in higher education. The Internet and Higher Education, 2(2-3), 87-105.

Holmberg, B. (1989). Theory and practice of distance education. Routledge.

Jonassen, D. H. (1992). Designing hypertext for learning. In Cognitive models and hypermedia.

Mayer, R. E. (2009). Multimedia learning (2nd ed.). Cambridge University Press.

Moore, M. G. & Kearsley, G. (1996). Distance education: A systems view. Wadsworth.

Schön, D. (1983). The reflective practitioner: How professionals think in action. Basic Books.

Shank, R. C. (1993). Learning in context. Institute for the Learning Sciences.

Wenger, E., & Lave, J. (1991). Situated learning: Legitimate peripheral participation. Cambridge University Press.

Fredericksen, E. (2015). Measuring student engagement in online courses: The Online Student Engagement Scale (OSE). Online Learning Journal.

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