Hablar de Humberto Maturana es hablar de una pedagogía profundamente humana. Desde su mirada como biólogo, epistemólogo y pensador, este autor chileno nos invita a repensar la educación no como una simple transmisión de contenidos, sino como una transformación del ser en la convivencia. Y es que, para Maturana, vivir es aprender, y aprender es convivir.
La realidad como
construcción, no como imposición
La verdad es que
solemos pensar que la realidad nos llega desde afuera, como una verdad dura e
inamovible. Pero Maturana rompe con esa idea. Nos dice que la realidad no es
algo que simplemente se impone, sino algo que construimos desde nuestra
percepción y nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Desde su teoría de la
biología del conocimiento, plantea que el saber no es una copia del
entorno, sino una construcción activa que se gesta en el cruce entre nuestra
biología y nuestras interacciones sociales (Maturana & Varela, 1984).
¿Qué es un ser
vivo? Una danza de organización y relación
Para entender el
aprendizaje, primero hay que entender qué es un ser vivo. Y Maturana lo define
como un sistema autopoiético: un organismo que se produce y se mantiene
a sí mismo en constante interacción con el entorno. Esto implica que no somos
máquinas que responden a estímulos, sino sistemas que viven en equilibrio
dinámico, generando sentido desde dentro. Esta idea nos interpela como
docentes: enseñar no es insertar información, sino generar condiciones para que
el otro se transforme.
El lenguaje: el
tejido de lo humano
Maturana afirma con
fuerza que el lenguaje no es solo una herramienta para comunicar, sino el
espacio en el que habitamos como seres humanos. Vivimos en el
"lenguajear", en conversaciones, emociones, coordinaciones. Allí
construimos los entornos de haceres que nos configuran. Como maestros, entender
que el lenguaje es generativo —no sólo descriptivo— nos permite transformar el
aula en un entorno de posibilidades y no de imposiciones (Maturana &
Dávila, 2008).
Aprender es
transformarse
"El aprendizaje
es un cambio estructural coherente con las circunstancias que se viven",
decía Maturana. Aprender es transformarnos en convivencia, cambiar
nuestra forma de ser a través del encuentro con el otro. Y es que no se trata
solo de adquirir contenidos, sino de vivir experiencias que nos reconfiguren
biológica, emocional y culturalmente.
La emoción: el
territorio desde donde aprendemos
Y es que no todo es
razón. Maturana insiste en que las emociones determinan el espacio desde
donde actuamos. No es lo mismo reflexionar desde la ternura que desde el
miedo. El miedo, dice, es enemigo del aprendizaje porque paraliza, cierra,
impide la curiosidad. En cambio, la confianza y la curiosidad son amigas del
aprender, porque abren caminos, despiertan el deseo de saber, crean
vínculos. Así, la tarea docente no es solo informar, sino cuidar el territorio
emocional en que se da el aprender.
Amar para aprender
Pocas veces se escucha
decir que el amor amplía la inteligencia. Pero Maturana lo dice con
claridad: amar es mirar al otro sin exigencias, sin juicios, sin expectativas.
Es aceptar su legitimidad. Y en esa aceptación, surge el respeto, la
colaboración, el aprender compartido. El amor no es ingenuidad, es apertura a la
complejidad del otro. ¿No es eso lo que toda educación inclusiva debería
cultivar?
La inclusión: una
ética del reconocimiento
Toda discriminación,
afirma Maturana, es una negación del otro. Es una negación del amor. En cambio,
la inclusión es reconocer al otro como legítimo. Y es que la escuela debe
ser el espacio donde cada niña y niño se sienta visto, respetado y valorado por
ser quien es. No se trata solo de aprender habilidades, sino de formarnos
como personas, como ciudadanos sensibles y responsables.
Tecnología,
colaboración y responsabilidad
Maturana no le teme a
la tecnología, pero nos recuerda que no es la tecnología la que dirige
nuestra vida, sino nuestros deseos y decisiones. Como docentes, somos
responsables de cómo usamos esas herramientas. La colaboración, no la
competencia, debe ser el paradigma que guíe ese uso. Colaborar no es renunciar
al pensamiento crítico, sino crear juntos.
Consejos para
docentes: convivir para educar
Para quienes educamos,
Maturana deja una enseñanza esencial: el primer deber de una maestra o
maestro es acoger, crear un entorno de respeto, confianza y escucha. Allí,
en esa convivencia viva, es donde surge el verdadero aprendizaje. Todos los
niños y niñas son inteligentes, decía, lo que cambia son sus historias y
emociones. Por eso, nuestro papel es acompañar, cuidar, abrir puertas.
Referencias
Maturana, H., &
Varela, F. (1984). El árbol del conocimiento. Editorial Universitaria.
Maturana, H., &
Dávila, X. (2008). Habitar humano en seis ensayos de biología-cultural.
Escuela Matríztica.
Maturana, H. (2022).
Entrevista en Revista de Educación N° 376. Ministerio de Educación de Chile.
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