viernes, 11 de julio de 2025

El aprendizaje como acto de amor: una lectura filosófica de Humberto Maturana para maestros en formación

 Hablar de Humberto Maturana es hablar de una pedagogía profundamente humana. Desde su mirada como biólogo, epistemólogo y pensador, este autor chileno nos invita a repensar la educación no como una simple transmisión de contenidos, sino como una transformación del ser en la convivencia. Y es que, para Maturana, vivir es aprender, y aprender es convivir.

La realidad como construcción, no como imposición

La verdad es que solemos pensar que la realidad nos llega desde afuera, como una verdad dura e inamovible. Pero Maturana rompe con esa idea. Nos dice que la realidad no es algo que simplemente se impone, sino algo que construimos desde nuestra percepción y nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Desde su teoría de la biología del conocimiento, plantea que el saber no es una copia del entorno, sino una construcción activa que se gesta en el cruce entre nuestra biología y nuestras interacciones sociales (Maturana & Varela, 1984).

¿Qué es un ser vivo? Una danza de organización y relación

Para entender el aprendizaje, primero hay que entender qué es un ser vivo. Y Maturana lo define como un sistema autopoiético: un organismo que se produce y se mantiene a sí mismo en constante interacción con el entorno. Esto implica que no somos máquinas que responden a estímulos, sino sistemas que viven en equilibrio dinámico, generando sentido desde dentro. Esta idea nos interpela como docentes: enseñar no es insertar información, sino generar condiciones para que el otro se transforme.

El lenguaje: el tejido de lo humano

Maturana afirma con fuerza que el lenguaje no es solo una herramienta para comunicar, sino el espacio en el que habitamos como seres humanos. Vivimos en el "lenguajear", en conversaciones, emociones, coordinaciones. Allí construimos los entornos de haceres que nos configuran. Como maestros, entender que el lenguaje es generativo —no sólo descriptivo— nos permite transformar el aula en un entorno de posibilidades y no de imposiciones (Maturana & Dávila, 2008).

Aprender es transformarse

"El aprendizaje es un cambio estructural coherente con las circunstancias que se viven", decía Maturana. Aprender es transformarnos en convivencia, cambiar nuestra forma de ser a través del encuentro con el otro. Y es que no se trata solo de adquirir contenidos, sino de vivir experiencias que nos reconfiguren biológica, emocional y culturalmente.

La emoción: el territorio desde donde aprendemos

Y es que no todo es razón. Maturana insiste en que las emociones determinan el espacio desde donde actuamos. No es lo mismo reflexionar desde la ternura que desde el miedo. El miedo, dice, es enemigo del aprendizaje porque paraliza, cierra, impide la curiosidad. En cambio, la confianza y la curiosidad son amigas del aprender, porque abren caminos, despiertan el deseo de saber, crean vínculos. Así, la tarea docente no es solo informar, sino cuidar el territorio emocional en que se da el aprender.

Amar para aprender

Pocas veces se escucha decir que el amor amplía la inteligencia. Pero Maturana lo dice con claridad: amar es mirar al otro sin exigencias, sin juicios, sin expectativas. Es aceptar su legitimidad. Y en esa aceptación, surge el respeto, la colaboración, el aprender compartido. El amor no es ingenuidad, es apertura a la complejidad del otro. ¿No es eso lo que toda educación inclusiva debería cultivar?

La inclusión: una ética del reconocimiento

Toda discriminación, afirma Maturana, es una negación del otro. Es una negación del amor. En cambio, la inclusión es reconocer al otro como legítimo. Y es que la escuela debe ser el espacio donde cada niña y niño se sienta visto, respetado y valorado por ser quien es. No se trata solo de aprender habilidades, sino de formarnos como personas, como ciudadanos sensibles y responsables.

Tecnología, colaboración y responsabilidad

Maturana no le teme a la tecnología, pero nos recuerda que no es la tecnología la que dirige nuestra vida, sino nuestros deseos y decisiones. Como docentes, somos responsables de cómo usamos esas herramientas. La colaboración, no la competencia, debe ser el paradigma que guíe ese uso. Colaborar no es renunciar al pensamiento crítico, sino crear juntos.

Consejos para docentes: convivir para educar

Para quienes educamos, Maturana deja una enseñanza esencial: el primer deber de una maestra o maestro es acoger, crear un entorno de respeto, confianza y escucha. Allí, en esa convivencia viva, es donde surge el verdadero aprendizaje. Todos los niños y niñas son inteligentes, decía, lo que cambia son sus historias y emociones. Por eso, nuestro papel es acompañar, cuidar, abrir puertas.

Referencias

Maturana, H., & Varela, F. (1984). El árbol del conocimiento. Editorial Universitaria.

Maturana, H., & Dávila, X. (2008). Habitar humano en seis ensayos de biología-cultural. Escuela Matríztica.

Maturana, H. (2022). Entrevista en Revista de Educación N° 376. Ministerio de Educación de Chile.

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