La verdad es que Lev Vygotsky no solo propuso una teoría; nos dejó una invitación profunda a repensar cómo aprendemos. Su mirada, cargada de humanidad y sentido colectivo, marcó un antes y un después en la comprensión del desarrollo cognitivo. Más que un psicólogo del siglo XX, fue un filósofo del aprendizaje compartido. ¿Por qué esto sigue siendo tan relevante para ti, que te estás formando como docente en la educación superior? Porque educar hoy exige entender que nadie aprende solo, ni siquiera en entornos digitales o asincrónicos.
El corazón de su
teoría: aprender es convivir
Para Vygotsky, el
aprendizaje no ocurre en aislamiento. Al contrario, sucede gracias a la
interacción con otras personas, especialmente aquellas que ya han recorrido el
camino del conocimiento. Esta idea, conocida como enfoque sociocultural,
sostiene que nuestras habilidades cognitivas emergen primero en lo social y
luego en lo individual. Así, el aula se convierte en un espacio de diálogo, no
solo de transmisión.
Y es que cuando
conversamos, cuando discutimos, cuando escuchamos activamente a otros, estamos
construyendo pensamiento. El lenguaje, en este sentido, no solo comunica:
organiza, estructura y da forma a lo que pensamos. Como lo afirma Daniels
(2001), "el lenguaje mediatiza la conciencia y transforma nuestra
experiencia del mundo".
Zona de Desarrollo
Próximo: donde ocurre la magia
Uno de los conceptos
más inspiradores —y retadores— de Vygotsky es la Zona de Desarrollo Próximo
(ZDP). Esta zona representa ese territorio fértil entre lo que una persona
puede hacer sola y lo que puede lograr con la ayuda de alguien más
experimentado. Es allí, justo allí, donde el aprendizaje cobra vida.
Imagina que acompañas
a un estudiante a resolver un problema complejo. Si solo le das la respuesta,
no aprende. Si lo dejas solo, se frustra. Pero si lo guías paso a paso, con
preguntas, ejemplos y entusiasmo, comienzas a edificar con él una comprensión auténtica.
Eso es la ZDP. Un terreno de posibilidades donde el error es semilla, no
obstáculo.
Según Cole (1996),
"enseñar en la ZDP es un arte pedagógico que exige sensibilidad, escucha
activa y una presencia comprometida del educador". No se trata solo de
saber, sino de acompañar con inteligencia emocional.
Lenguaje: el alma
del pensamiento
Vygotsky insistía en
que el lenguaje no es solo una herramienta para nombrar el mundo: es el medio
para construirlo. Cuando hablamos, no solo compartimos lo que sabemos, sino que
lo organizamos, lo pulimos, lo hacemos más nuestro. El diálogo auténtico es una
forma de pensamiento colectivo.
Por eso, en tu
práctica docente, integrar preguntas abiertas, debates reflexivos o incluso
diarios de pensamiento no es un lujo metodológico: es una necesidad. Como
explica Wertsch (1985), “el desarrollo de la conciencia está indisolublemente
ligado al uso del lenguaje en contextos sociales”.
Andamiaje:
acompañar sin invadir
El término
"andamiaje", desarrollado por Bruner a partir de Vygotsky, refiere a
ese apoyo temporal y ajustado que das como docente. Es una forma de sostener el
proceso de aprendizaje sin anular la autonomía del estudiante. Un ejemplo
práctico: dividir una tarea compleja en pequeños pasos, proporcionar ejemplos
concretos o utilizar analogías familiares.
Este acompañamiento no
debe ser eterno. Lo retiras, poco a poco, cuando el estudiante gana seguridad y
comprensión. La meta, al final, es que camine solo... pero no sin haber sido
acompañado.
Aprender con otros:
el poder de lo colaborativo
La educación que se
inspira en Vygotsky valora profundamente el aprendizaje colaborativo.
Trabajar en grupo no es solo un ejercicio logístico, sino una apuesta ética y
pedagógica por la construcción conjunta del saber. Aquí, cada voz cuenta. Cada
perspectiva suma.
En este tipo de
entornos, no hay “alumnos buenos” y “malos”: hay experiencias, contextos y
saberes distintos que enriquecen el proceso. Al abrir espacio a la diversidad
de opiniones, también estás cultivando empatía y ciudadanía. ¿No es eso, acaso,
educar?
Críticas necesarias
y reflexiones abiertas
Como toda teoría
influyente, la propuesta de Vygotsky también ha sido cuestionada. Algunos
autores —como Piaget o incluso contemporáneos como Mayer (2004)— advierten que
puede sobreestimarse el peso del contexto social y subestimarse la autonomía
individual. Otros señalan que la ZDP es difícil de aplicar de manera
sistemática, especialmente si los docentes no reciben formación específica.
Y, sin embargo, estas
críticas no anulan su vigencia, sino que nos invitan a reinterpretarlo con una
mirada más flexible y crítica. Adaptar su enfoque a contextos diversos
—incluidos los digitales— sigue siendo un reto, pero también una oportunidad
para hacer de la enseñanza un acto más humano.
En síntesis:
enseñar desde la relación
La teoría de Vygotsky
no es una receta, sino un horizonte. Nos recuerda que el aprendizaje ocurre
cuando alguien se atreve a enseñar con sensibilidad, y cuando alguien se siente
acompañado para aprender con confianza.
Como futura o futuro
docente, tu papel es crear las condiciones para que ese encuentro ocurra.
Diseñar experiencias donde el lenguaje, el vínculo y la colaboración no sean
añadidos, sino el corazón mismo del proceso educativo.
Porque en el fondo,
como dice Vygotsky (1978), "lo que el niño puede hacer hoy con ayuda,
mañana lo podrá hacer por sí solo". Y esa, quizás, sea la tarea más noble
de la enseñanza.
Referencias
Cole, M.
(1996). Cultural psychology: A once and future discipline. Harvard University Press.
Daniels, H.
(2001). Vygotsky and pedagogy. Routledge.
Mayer, R.
E. (2004). Should there be a three-strikes rule against pure discovery
learning? American Psychologist, 59(1), 14–19.
https://doi.org/10.1037/0003-066X.59.1.14
Vygotsky,
L. S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological
processes. Harvard University
Press.
Wertsch, J.
V. (1985). Vygotsky and the social formation of mind. Harvard University Press.
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