Imagina por un momento a un joven educador británico que, tras obtener su título en Economía en 1959, decide dejar de lado los números para enseñar historia, geografía y educación para adultos. Ese joven se llamaba Michael Grahame Moore, y no sospechaba aún que su recorrido lo convertiría en una de las voces más influyentes en la educación a distancia.
La verdad es que la
historia de Moore no es solo la de un académico brillante, sino la de un ser
humano que se dejó transformar por la educación en contextos diversos. En 1963,
viajó a África como oficial educativo para acompañar el proceso de independencia
de una colonia. Allí, durante siete años, trabajó en la Universidad de
África Oriental y en el Departamento de Educación para Adultos. Estas
experiencias marcaron profundamente su mirada sobre el aprendizaje: un proceso
que ocurre en medio de diferencias culturales, necesidades individuales y
contextos cambiantes.
De regreso a Estados
Unidos, Moore se formó como doctor en la Universidad de Wisconsin-Madison, bajo
la guía de Charles Wedemeyer. Desde entonces, su carrera ha estado dedicada a
crear puentes entre docentes y aprendices en entornos donde el tiempo y el espacio
parecen separar, pero la educación tiene el poder de conectar.
🧠 Una teoría para comprender la distancia más
allá de lo físico
En 1973, Moore propuso
algo que cambió las reglas del juego: la teoría de la distancia
transaccional. Él afirmaba que la “distancia” en educación no es solo
geográfica, sino también psicológica y pedagógica. Y que dicha distancia
puede ampliarse o reducirse dependiendo de tres factores clave: el diálogo,
la estructura y la autonomía.
“La distancia
transaccional es la separación psicológica entre el profesor y el estudiante.
Esa distancia puede ser pequeña o grande, dependiendo de cuán flexible sea la
enseñanza, cuánta comunicación exista, y cuánta libertad tenga el estudiante
para tomar decisiones sobre su aprendizaje.” (Moore, 1983; 2013)
💬 El diálogo: más que hablar, es conectar
Moore definía el
diálogo como la capacidad de interacción entre educador y estudiante. Pero este
diálogo no depende solo del deseo de comunicarse. También está influido por el
contenido, la filosofía del docente, la personalidad de ambos
y, sobre todo, el medio de comunicación. En entornos virtuales, por
ejemplo, un mensaje de voz o una videollamada puede acercar mundos que parecían
lejanos.
Cuando no hay diálogo,
la distancia aumenta. Cuando lo hay, el aprendizaje se vuelve personal,
significativo y humano.
🧱 La estructura: entre la rigidez y la
flexibilidad
La estructura se
refiere a qué tan preparado, predeterminado o adaptable es un programa
educativo. En un curso muy estructurado, los objetivos, los métodos y la
evaluación están fijos; el estudiante debe ajustarse a ellos. En cambio, en un
curso flexible, la estructura se adapta a las metas, ritmos y estilos del
aprendiz.
Aquí entra una
pregunta clave para ti como futura docente: ¿cuánta estructura necesita cada
estudiante? Y más aún, ¿cómo saber cuándo cambiarla?
🌱 La autonomía: el motor del aprendizaje
auténtico
La autonomía, según
Moore, es la capacidad del estudiante para decidir qué, cómo y cuánto quiere
aprender. Los adultos, decía él, tienden a definir sus propias metas y
caminos. Pero no todos lo hacen de la misma manera.
Moore distingue entre
dos formas de autonomía:
- Independencia instrumental: cuando el estudiante puede aprender sin
pedir ayuda.
- Independencia emocional: cuando no necesita aprobación o afecto
para continuar su camino.
Estas ideas nos
invitan a reconocer que detrás de cada estudiante hay una persona con
necesidades emocionales, sociales y cognitivas distintas. Y que educar también
es acompañar esos procesos de autorregulación con empatía y apertura.
📊 Cuatro combinaciones posibles
Moore propuso cuatro
configuraciones según el grado de diálogo y estructura:
- ❌
Diálogo bajo – ❌ Estructura baja → caos o desorientación.
- ❌
Diálogo bajo – ✅ Estructura alta → rigidez sin acompañamiento.
- ✅
Diálogo alto – ✅ Estructura alta → claridad con interacción.
- ✅
Diálogo alto – ❌ Estructura baja → libertad con apoyo.
Como ves, el diálogo
es el corazón que puede compensar una estructura rígida o la falta de ella. Y
el equilibrio dependerá de cada situación, de cada docente, y, sobre todo, de
cada estudiante.
🏫 ¿Qué significa esto para ti como docente en
formación?
El modelo de Moore nos
recuerda que no hay recetas únicas en educación. La lección es clara: el
diseño de una experiencia educativa virtual debe tener en cuenta que cada
estudiante necesita una combinación particular de diálogo, estructura y
autonomía.
La clase tradicional
“talla única” —esa que trata a todos por igual sin mirar sus contextos— ya no
es suficiente. Educar en entornos virtuales es un acto ético, reflexivo y
profundamente humano.
Entonces, cuando
planifiques tus clases, pregúntate:
- ¿Estoy dejando espacio para que mis
estudiantes participen y dialoguen?
- ¿Mi estructura es lo suficientemente
clara, pero también flexible?
- ¿Estoy promoviendo que los estudiantes
desarrollen autonomía real?
La verdad es que cada
decisión pedagógica que tomes puede acercar o alejar al estudiante del
aprendizaje. Por eso, educar a distancia no es simplemente usar una plataforma:
es crear relaciones de sentido en medio de la distancia.
📚 Referencias
Moore, M. G. (1973). Towards a theory of independent
learning and teaching.
Journal of Higher Education, 44(9), 661–679.
https://doi.org/10.2307/1980599
Moore, M.
G. (1983). The individual adult learner. In M. Tight (Ed.), Adult learning
and education (pp. 153–168). London: Croom Helm.
Moore, M.
G. (2013). The theory of transactional distance. In M. G. Moore (Ed.), Handbook
of distance education (3rd ed., pp. 66–85). New York, NY: Routledge.
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