A veces sentimos que el corazón se acelera y, casi al mismo tiempo, una ola de emoción nos recorre por dentro. ¿Qué ocurre primero: la emoción o la respuesta del cuerpo? La verdad es que esta pregunta —tan simple y tan profunda— marcó uno de los debates más apasionantes en la historia de la psicología. Y es que, a comienzos del siglo XX, Walter Cannon y Philip Bard revolucionaron nuestra manera de entender las emociones al proponer que la mente, el cerebro y el cuerpo actúan de forma simultánea e integrada.
1. Un nuevo
paradigma emocional
La teoría de
Cannon-Bard sostiene que las emociones y las respuestas fisiológicas
ocurren al mismo tiempo, no una después de la otra. Es decir, cuando
vivimos una experiencia emocional —como el miedo, la alegría o la tristeza—, nuestro
cerebro activa de forma paralela tanto la sensación consciente como las
reacciones físicas del cuerpo (Cannon, 1927; Bard, 1938).
Esto contrasta
directamente con la teoría previa de James-Lange, que afirmaba que
primero se producen los cambios corporales (por ejemplo, el aumento del ritmo
cardíaco o las lágrimas) y después “sentimos” la emoción como consecuencia.
Cannon y Bard desafiaron esta idea con evidencia experimental: observaron que
las respuestas fisiológicas no son lo bastante específicas para explicar
emociones tan diversas. Por ejemplo, el cuerpo puede reaccionar de forma
similar ante el miedo y la ira (Díaz, 2010).
En cambio, la teoría
de Cannon-Bard plantea que el cerebro —especialmente el tálamo y el
hipotálamo— desempeña un papel central. Cuando un estímulo emocional
aparece, el tálamo envía señales simultáneamente al córtex cerebral (donde
se experimenta la emoción consciente) y al sistema nervioso autónomo (que
desencadena las respuestas corporales).
En otras palabras: sentimos
y reaccionamos al mismo tiempo. No lloramos porque estamos tristes ni
estamos tristes porque lloramos; ambos procesos coexisten como parte de una
misma danza neurofisiológica.
2. La emoción como
evento cognitivo y adaptativo
Cannon y Bard
comprendieron algo esencial: las emociones no son solo reacciones biológicas,
sino eventos cognitivos que facilitan la adaptación al entorno
(Fernández et al., 2010). Gracias a ellas, el ser humano puede evaluar,
interpretar y responder de forma rápida y ajustada ante los desafíos del
medio.
Por ejemplo, el miedo
nos alerta de un peligro inminente, la alegría nos impulsa a conectar y el
enfado nos moviliza para defender límites. En este sentido, la emoción prepara
al organismo para actuar, integrando lo mental, lo corporal y lo conductual
en un único sistema coordinado (Aguado, 2005).
Este enfoque anticipa
la visión actual de la psicología cognitiva y de la neurociencia afectiva,
donde se reconoce que la mente y el cuerpo no son entidades separadas,
sino expresiones complementarias de un mismo proceso vital.
3. Críticas y
argumentos frente a James-Lange
Cannon y Bard no solo
propusieron una nueva teoría: también señalaron cinco críticas contundentes
a la de James-Lange.
- Los cambios corporales no son
imprescindibles para
sentir una emoción; incluso si se interrumpen ciertas vías nerviosas, las
emociones pueden seguir apareciendo.
- No existen patrones fisiológicos únicos para cada emoción. La respuesta corporal
del miedo, la ira o la sorpresa puede ser prácticamente idéntica.
- Las sensaciones corporales son más lentas que la experiencia emocional; el cuerpo
reacciona, sí, pero el sentimiento aparece de forma casi inmediata.
- La activación voluntaria del cuerpo (como aumentar el pulso a propósito) no
genera emociones auténticas.
- La activación emocional es general y
difusa, no localizada en
órganos específicos, lo que sugiere una base cerebral común: el tálamo
(Cannon, 1927).
Estas observaciones
cimentaron la idea de que la emoción tiene un núcleo central en el sistema
nervioso, y que la consciencia emocional emerge del cerebro tanto
como del cuerpo.
4. Mente, cerebro y
cuerpo: un sistema integrado
Desde la perspectiva
actual, la teoría de Cannon-Bard puede verse como un puente entre la
biología y la psicología. El cerebro actúa como un integrador que coordina
las señales cognitivas, fisiológicas y conductuales, manteniendo el
equilibrio interno —la homeostasis— ante los desafíos del entorno.
Esta visión resulta
especialmente relevante para educadores y docentes que buscan
desarrollar competencias socioemocionales en el aula. Comprender que las
emociones no son debilidades, sino respuestas integradas que
favorecen la adaptación, permite acompañar mejor a los estudiantes en su
crecimiento emocional.
Además, hay que
reconocer que mente, cerebro y cuerpo funcionan como un sistema unido nos ayuda
a fomentar prácticas pedagógicas más humanas, empáticas y resilientes. Y es
que, en definitiva, educar también es aprender a sentir y a pensar al mismo
tiempo.
5. Reflexión final
La teoría de
Cannon-Bard no solo cambió la historia de la psicología; también nos dejó una
lección profunda: las emociones no se piensan después de sentirlas, ni se
sienten después de pensarlas. Surgen como una sinfonía entre la mente,
el cerebro y el cuerpo, recordándonos que la inteligencia emocional no se
enseña solo con palabras, sino con presencia, comprensión y conexión humana.
📚 Referencias
Aguado, L. (2005). Emoción,
afecto y motivación. Alianza Editorial.
Bard, P.
(1938). A diencephalic mechanism for the expression of rage with special
reference to the sympathetic nervous system. American Journal of Physiology, 84(3), 490–515.
Cannon, W.
B. (1927). The James-Lange theory of emotions: A critical examination and an
alternative theory. The
American Journal of Psychology, 39(1/4), 106–124.
Díaz, A. (2010). Teorías
de las emociones. Innovación y experiencias educativas, 29, 1–12.
Fernández,
E. G., García, B., Jiménez, M. P., Martín, M. D., & Domínguez, F. J.
(2010). Psicología de la
emoción. Editorial
Universitaria Ramón Areces.
The
Psychology Notes HQ. (2013). Cannon–Bard Theory of Emotion. Online
Resources for Psychology Students.
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