Hablar de la anatomía de las emociones es adentrarse en uno de los temas más fascinantes de la neurociencia: cómo el cerebro traduce lo que sentimos en señales, recuerdos y conductas. Y es que, aunque solemos pensar en las emociones como algo “del corazón”, la verdad es que son el resultado de un complejo diálogo entre distintas regiones cerebrales. Uno de los protagonistas de ese diálogo es el tálamo, una especie de estación central que organiza y distribuye la información emocional en el cerebro, especialmente dentro del llamado circuito de Papez.
🔹 El circuito de Papez: un mapa temprano de la
emoción
El circuito de Papez
fue propuesto por el neurólogo estadounidense James Papez (1937),
inspirado en estudios previos del médico alemán Christfried Jakob. Papez
imaginó un circuito cerrado que conectaba estructuras como el hipocampo,
los cuerpos mamilares, el tálamo, el giro cingulado y la corteza
entorrinal, proponiendo que esa red era la base del control emocional
(Papez, 1937). Por eso, en sus primeras descripciones se hablaba del “cerebro
visceral” o el “circuito de la furia”.
Con el tiempo, se
descubrió que este modelo no explicaba completamente las emociones intensas, ya
que la amígdala —una pequeña estructura del sistema límbico— resultó ser
la principal encargada del procesamiento de emociones como el miedo, la
agresividad o la euforia (LeDoux, 1996). Sin embargo, el circuito de Papez
conservó un papel crucial: la integración de emoción y memoria.
🔹 El tálamo: un nodo esencial entre sentir y
recordar
El tálamo ocupa
una posición estratégica en el circuito. Situado en el centro del cerebro,
actúa como un centro de relevo que recibe, organiza y distribuye la
información sensorial que llega del entorno (Bear, Connors & Paradiso,
2020). Cuando se percibe un estímulo emocional —una mirada, una voz, una
amenaza— el tálamo transmite esa información hacia el hipocampo y el hipotálamo.
- Con el hipocampo, el tálamo colabora en la formación de
recuerdos emocionales, permitiendo que una experiencia significativa
quede asociada a una emoción concreta.
- Con el hipotálamo, coordina las respuestas fisiológicas,
como el aumento del ritmo cardíaco, la sudoración o la tensión muscular,
que acompañan a la emoción.
Podría decirse que el
tálamo “traduce” lo que sentimos en acciones corporales y memorias
conscientes, uniendo la emoción con la razón y la experiencia (Damasio,
2010).
Y es que, si el
hipocampo almacena el recuerdo de una experiencia y la amígdala gestiona la
intensidad emocional, el tálamo decide qué señal pasa primero y hacia
dónde se dirige. En términos sencillos: sin tálamo, las emociones serían
ruido sin sentido; con él, se convierten en mensajes con significado.
🔹 Estructura y conexiones del circuito
El circuito de Papez
sigue una ruta anatómica en forma de bucle:
- Hipocampo → Fórnix → Cuerpos mamilares
- Cuerpos mamilares → Tracto mamilotalámico
→ Núcleo anterior del tálamo
- Tálamo → Giro cingulado →
Corteza entorrinal → Hipocampo
Este recorrido, aunque
aparentemente lineal, permite una retroalimentación constante entre
emoción, memoria y conducta. El tálamo, al recibir información tanto del
hipotálamo como del hipocampo, integra las sensaciones corporales con las
experiencias recordadas, dando coherencia emocional a nuestras vivencias
cotidianas (Nieuwenhuys, 2012).
🔹 Del circuito de Papez al sistema límbico
Décadas después, el
neurocientífico Paul D. MacLean (1949, 1952) amplió la idea de Papez y
la integró en un concepto más amplio: el sistema límbico. Este sistema,
con forma de anillo alrededor del tálamo, incluye estructuras como la amígdala,
el hipotálamo, el cíngulo y el hipocampo, todas implicadas en la emoción,
el aprendizaje y la conducta.
El sistema límbico,
según MacLean (1990), constituye un puente evolutivo entre el cerebro
reptiliano (instintivo) y el neocórtex (racional). Gracias a él, los humanos
podemos recordar con emoción, aprender de la experiencia y actuar
con empatía.
🔹 Memoria, emoción y aprendizaje
Investigaciones
recientes han confirmado que las estructuras del circuito de Papez tienen un
rol más activo en la memoria emocional que en la emoción pura (Aggleton
& Brown, 1999). Por ejemplo, las ondas theta —patrones eléctricos
que surgen durante el sueño o la concentración profunda— reflejan la
comunicación entre el hipocampo y el tálamo, y se asocian con procesos de
aprendizaje y consolidación de recuerdos (Buzsáki, 2002).
Cuando se daña el tracto
mamilotalámico o el fórnix, aparecen alteraciones en la memoria e
incluso amnesia anterógrada, lo que demuestra la importancia de estas
conexiones (Carlesimo et al., 2011). En otras palabras, sentir y recordar son
procesos que viajan por las mismas autopistas neuronales.
🔹 Conexión educativa: comprender para acompañar
Para maestras y
maestros interesados en fortalecer las competencias socioemocionales,
entender el papel del tálamo y el circuito de Papez no es solo un dato
científico: es una herramienta práctica.
Cuando un estudiante
se muestra ansioso o frustrado, su tálamo está procesando múltiples estímulos
al mismo tiempo —una voz que lo reta, un recuerdo de error, una mirada del
grupo—. Si logramos crear entornos emocionales seguros, ayudamos al
cerebro a modular mejor esa información, favoreciendo el aprendizaje, la
autorregulación y la resiliencia.
Y es que, como
recuerda Damasio (2010), “sentir es una forma de pensar con el cuerpo”.
Entender el circuito de Papez nos recuerda que cada emoción tiene una
arquitectura, y que conocerla nos permite construir aulas más empáticas,
humanas y saludables.
📚 Referencias
Aggleton,
J. P., & Brown, M. W. (1999). Episodic memory, amnesia, and the
hippocampal–anterior thalamic axis. Behavioral and Brain Sciences, 22(3), 425–489.
Bear, M.
F., Connors, B. W., & Paradiso, M. A. (2020). Neuroscience: Exploring
the Brain (5th ed.). Wolters
Kluwer.
Buzsáki, G.
(2002). Theta oscillations in the hippocampus. Neuron, 33(3), 325–340.
Carlesimo, G. A.,
Lombardi, M. G., & Caltagirone, C. (2011). Vascular thalamic amnesia: A
reappraisal. Neuropsychologia, 49(5), 777–789.
Damasio, A.
R. (2010). Self Comes to Mind: Constructing the Conscious Brain. Vintage.
LeDoux, J.
(1996). The Emotional Brain. Simon
& Schuster.
MacLean, P.
D. (1990). The Triune Brain in Evolution: Role in Paleocerebral Functions.
Springer.
Nieuwenhuys,
R. (2012). The insular cortex: A review. Progress in Brain Research, 195, 123–163.
Papez, J.
W. (1937). A proposed mechanism of emotion. Archives of Neurology and
Psychiatry, 38(4), 725–743.
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