domingo, 12 de octubre de 2025

De la Teoría a la Práctica: Desarrollo de la Producción Textual y la Literacidad Crítica en la Educación Primaria Bilingüe

 Introducción

La enseñanza de la producción textual en la educación primaria constituye una oportunidad privilegiada para desarrollar las competencias comunicativas críticas de los estudiantes. En contextos bilingües, este proceso adquiere una relevancia especial: no solo implica aprender a escribir o hablar, sino comprender, transformar y actuar sobre el mundo a través del lenguaje (Freire, 1970; Gee, 2015). El presente artículo analiza la propuesta curricular de la Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar (2024) desde una perspectiva de alfabetización crítica aplicada, ofreciendo orientaciones concretas para que los docentes puedan traducir la teoría en acciones pedagógicas vivas, significativas y culturalmente relevantes.

Marco teórico: Literacidad crítica y competencias comunicativas

La literacidad crítica —según Freire (1970), Luke (2000) y Janks (2010)— no se limita al dominio técnico de la lectura y la escritura, sino que implica entender el lenguaje como práctica social y política. En este sentido, enseñar a producir textos es también enseñar a pensar, cuestionar y dialogar con la realidad. Cada competencia comunicativa (pragmática, semántica y sintáctica) debe, por tanto, ser enseñada como una forma de empoderar a los niños para expresarse con conciencia, propósito y voz propia. El enfoque que se propone para los grados 1° a 5° promueve justamente esa articulación entre el saber, el hacer y el ser: tres dimensiones que integran la competencia comunicativa integral.

Desarrollo por niveles educativos

Grado Primero: Iniciar la expresión con propósito

A los seis o siete años, los estudiantes comienzan a reconocer que toda comunicación tiene una intención y un interlocutor. En esta etapa, la prioridad es que comprendan para quién escriben y por qué. Las actividades de dramatización, redacción de pequeñas historias y juegos de escritura fortalecen la competencia pragmática. Como sugiere Cassany (2006), la producción textual inicial debe apoyarse en la oralidad como puente hacia la escritura significativa. Las maestras pueden guiar este proceso mediante estrategias interactivas: leer en voz alta, crear cuentos colectivos o realizar entrevistas simuladas. La clave está en vincular la norma (mayúsculas, punto, género y número) con la intención comunicativa, no como un requisito mecánico, sino como una herramienta de claridad y respeto hacia el lector.

Grado Segundo: Construir la coherencia del pensamiento

En segundo grado, la competencia semántica se convierte en el eje del aprendizaje. Los niños aprenden a ordenar sus ideas, conectar oraciones y mantener la coherencia de sentido. Los docentes pueden potenciar este proceso proponiendo textos secuenciados, ejercicios de concordancia y redacciones que fortalezcan el orden lógico. Como señala Halliday (1994), la coherencia textual surge de la relación entre las ideas y su contexto de uso. La práctica pedagógica puede incluir narraciones colaborativas, mapas de ideas y análisis de textos donde los estudiantes descubran cómo una frase mal ubicada cambia el sentido del mensaje. Y es que —como toda comunicación humana— escribir también es organizar el pensamiento y hacerlo visible.

Grado Tercero: Cuidar la forma para fortalecer el contenido

En tercer grado, el foco pasa a la competencia sintáctica: el uso adecuado de estructuras gramaticales, tiempos verbales, pronombres y signos de puntuación. Aquí, el docente actúa como mentor lingüístico, ayudando al estudiante a comprender que las reglas no son un obstáculo, sino un marco que da fuerza a sus ideas. Actividades como juegos gramaticales, corrección colaborativa de textos y representaciones orales permiten vivenciar la gramática como experiencia comunicativa. Como afirma Goodman (1996), escribir correctamente no es repetir estructuras, sino entender cómo el lenguaje da forma al pensamiento. Por eso, cada ejercicio debe conectar el uso formal con el sentido social del texto.

Grado Cuarto: Pensar antes de escribir, escribir para pensar

En cuarto grado, los estudiantes consolidan la habilidad de evaluar la validez, pertinencia y estilo del texto. Se introducen esquemas, cuadros sinópticos y estrategias de planificación textual. Los docentes pueden promover debates, escritura de opiniones o redacción de textos literarios que integren lecturas previas y experiencias personales. Según Janks (2010), la literacidad crítica en esta etapa implica enseñar a los niños a leer y escribir el mundo, no solo palabras. Por eso, las actividades deben propiciar la reflexión sobre el propósito y la audiencia: ¿por qué escribimos esto?, ¿para quién lo hacemos?, ¿qué efecto queremos causar? Esa conciencia comunicativa convierte al estudiante en autor activo de sentido, no mero repetidor de modelos.

Grado Quinto: Integrar pensamiento, forma y propósito

En quinto grado, la producción textual alcanza su madurez inicial. Los estudiantes ya pueden planificar, redactar, revisar y evaluar sus textos, eligiendo conectores, estilos y léxicos adecuados. El trabajo docente se orienta a fortalecer la cohesión y coherencia global, así como la expresión oral consciente y articulada. Estrategias como debates, mapas conceptuales, resúmenes y análisis de medios de comunicación permiten aplicar la literacidad crítica a contextos reales. La verdad es que, cuando un niño logra expresar sus ideas con claridad, emoción y sentido, no solo está aprendiendo a escribir, está aprendiendo a pensar y a participar en la sociedad de manera activa (Freire, 1970; Luke, 2000).

Conclusiones

El desarrollo progresivo de la producción textual en los grados de primaria —como lo plantea la Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar— constituye una ruta sólida hacia la formación de sujetos críticos, empáticos y competentes. Desde la literacidad crítica, el docente no solo enseña a usar palabras, sino a construir mundos posibles con ellas. Por ello, la implementación pedagógica debe ir más allá del cumplimiento curricular: debe convertirse en una práctica liberadora, emocionalmente significativa y socialmente transformadora.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

Gee, J. P. (2015). Social linguistics and literacies: Ideology in discourses. Routledge.

Goodman, K. (1996). On Reading. Heinemann.

Halliday, M. A. K. (1994). An Introduction to Functional Grammar. Edward Arnold.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Luke, A. (2000). Critical literacy in Australia: A matter of context and standpoint. Journal of Adolescent & Adult Literacy, 43(5), 448–461.

 

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