Introducción
La comprensión lectora
constituye uno de los pilares esenciales del aprendizaje significativo y de la
formación de ciudadanos críticos y participativos. En la educación bilingüe,
esta competencia no solo se asocia con el dominio del código escrito, sino también
con la capacidad de comprender, interpretar y producir textos en contextos
diversos. Tal como afirma Cassany (2006), “leer no es descifrar palabras,
sino construir sentido a partir de las interacciones entre texto, contexto y
lector” (p. 45).
El presente artículo
propone una lectura pedagógica de las Mallas de Aprendizaje 2024 de la
Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar, orientadas a
fortalecer la comprensión lectora desde primero hasta quinto grado. Se busca
traducir la teoría en estrategias de aula aplicables, que acompañen a
los docentes en la implementación de una práctica lectora reflexiva, creativa y
culturalmente situada.
Fundamento teórico:
la literacidad crítica como marco pedagógico
Desde la perspectiva
de la literacidad crítica (Freire, 1970; Luke, 2012; Janks, 2010),
enseñar a leer implica enseñar a pensar, cuestionar y transformar el mundo a
través del lenguaje. La lectura, en este sentido, no se reduce a un acto
mecánico, sino que se convierte en una herramienta de comprensión social y de
construcción identitaria.
Gee (2008) señala que
cada texto constituye un espacio de prácticas sociales donde los sujetos
construyen significados y se posicionan frente al discurso. Por ello, el
enfoque comunicativo que articula las mallas de aprendizaje favorece la
formación de lectores activos, capaces de reconocer la función social de los
textos y de transferir estrategias cognitivas a nuevas situaciones
comunicativas.
Desarrollo: de la
teoría a la práctica pedagógica
Primer grado: el
inicio de la conciencia fonológica y la lectura significativa
En los primeros años,
la enseñanza de la lectura debe centrarse en desarrollar la conciencia
fonológica y el gusto por los textos. A través de rondas, adivinanzas,
poesías y canciones, los niños descubren que las palabras tienen ritmo,
forma y sentido. El docente actúa como mediador entre la oralidad y la
escritura, utilizando materiales visuales (carteles, tarjetas, manuales) y
estrategias lúdicas para favorecer la identificación de sonidos y la
comprensión de mensajes simples.
Un ejemplo práctico
consiste en invitar a los estudiantes a crear un pequeño folleto ilustrado
que reúna distintos tipos de texto (por ejemplo, una receta, una tarjeta y un
cuento corto), destacando su función social. Este tipo de actividad consolida
la relación entre forma, propósito y sentido, principios básicos de la
lectura crítica.
“Aprender a leer
es, también, aprender a interpretar el mundo” (Freire, 1970, p. 34).
Segundo grado:
comprensión estructural y análisis de la función comunicativa
A partir del segundo
grado, los niños comienzan a reconocer los elementos estructurales de los
textos: personajes, escenarios, acciones y narradores. En esta etapa, la
enseñanza debe promover la comparación entre textos literarios y no
literarios, para que los estudiantes comprendan la intencionalidad de cada
uno.
Las estrategias de
modelado y aprendizaje cooperativo resultan esenciales: el docente puede
leer en voz alta un cuento y, junto a los estudiantes, identificar las partes
que lo conforman. Luego, el grupo puede trabajar en la elaboración de
resúmenes o representaciones visuales, fomentando la autonomía y la
reflexión.
El uso de imágenes,
esquemas y juegos de roles enriquece la comprensión, permitiendo que el
aprendizaje adquiera un carácter vivencial y significativo.
Tercer grado: la
lectura inferencial y crítica
En el tercer grado se
consolida la capacidad inferencial: el estudiante ya no se limita a
reconocer información literal, sino que puede interpretar, analizar y emitir
juicios sobre el texto. La lectura de poemas, leyendas, biografías y textos
dramáticos ofrece oportunidades para ejercitar la comprensión profunda y la
creatividad.
Las actividades de
dramatización, por ejemplo, permiten integrar emoción y pensamiento,
ayudando a los estudiantes a comprender las motivaciones de los personajes y
las estructuras narrativas. De este modo, la lectura se convierte en un espacio
de imaginación, juego y reflexión cultural, donde los niños aprenden a
valorar la diversidad textual y artística.
Cuarto grado:
estrategias de búsqueda, organización y análisis
En esta etapa, la
enseñanza de la comprensión lectora debe centrarse en el desarrollo de
estrategias metacognitivas: cómo buscar, seleccionar y organizar la
información. Los organizadores gráficos (cuadros sinópticos, mapas
conceptuales, fichas de lectura) se vuelven aliados pedagógicos fundamentales.
El aprendizaje
basado en proyectos permite que los estudiantes investiguen sobre un tema
específico utilizando diversas fuentes textuales. Así, aprenden a identificar
la intención comunicativa de cada texto y a estructurar la información de
manera lógica y coherente.
El rol del docente es
acompañar este proceso con una enseñanza explícita de las estrategias de
comprensión, guiando a los niños hacia una lectura más crítica y autónoma.
Quinto grado: de la
comprensión a la producción textual reflexiva
El último ciclo de
primaria se orienta hacia la integración entre lectura y escritura. Los
estudiantes deben ser capaces de analizar la información, jerarquizar
ideas y evaluar la intención comunicativa de los textos.
Las actividades
propuestas —como el análisis de artículos periodísticos, la creación de
resúmenes y la comparación entre géneros— fomentan la autonomía interpretativa.
El uso de organizadores gráficos ayuda a discriminar información
relevante y a producir textos coherentes y argumentativos.
El enfoque final
apunta al desarrollo de una literacidad crítica y productiva, donde los
niños no solo comprendan, sino también produzcan conocimiento textual.
Conclusiones
Implementar estas
mallas de aprendizaje implica reconocer que la lectura y la escritura son
procesos sociales, cognitivos y afectivos. La práctica pedagógica debe
equilibrar el rigor académico con la empatía, la creatividad y el disfrute.
Los docentes bilingües
tienen la oportunidad de formar lectores que comprendan y cuestionen, que se
emocionen y construyan significado en dos lenguas, fortaleciendo así su
identidad y su voz en el mundo. Como afirma Janks (2010), “enseñar
literacidad crítica es enseñar a los estudiantes a leer el mundo y a escribir
su lugar en él” (p. 45).
Referencias
Cassany, D. (2006). Tras
las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.
Freire, P. (1970). Pedagogía
del oprimido. Siglo XXI Editores.
Gee, J. P.
(2008). Social linguistics and literacies: Ideology in discourses (3rd
ed.). Routledge.
Janks, H.
(2010). Literacy and power. Routledge.
Luke, A.
(2012). Critical literacy: Foundational notes. Theory Into Practice,
51(1), 4–11. https://doi.org/10.1080/00405841.2012.636324
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