domingo, 12 de octubre de 2025

Secuencialidad y Profundización en los Aprendizajes: Tejiendo la Literacidad Crítica en el Aula de Lengua Española

 Introducción: De la teoría a la práctica transformadora

La enseñanza de la Lengua Española no es solo un proceso de decodificación del alfabeto ni de memorización de reglas gramaticales; es, ante todo, una experiencia de construcción de sentido y de poder. Desde la perspectiva de la literacidad crítica —una corriente inspirada en los trabajos de Paulo Freire (1970) y desarrollada por autores como Luke y Freebody (1997) o Gee (2008)—, aprender a leer y escribir implica aprender a “leer el mundo”, interpretar las relaciones de poder, y usar el lenguaje como herramienta para transformar la realidad.

En este marco, la secuencialidad y la profundización en los aprendizajes del área de Humanidades – Lengua Española deben entenderse como un viaje gradual hacia la autonomía comunicativa, el pensamiento crítico y la creatividad expresiva. No se trata solo de enseñar “qué” leer o escribir, sino de guiar a los estudiantes en el “para qué” y el “cómo” de cada práctica discursiva.

Desarrollo: Ejes conceptuales y pedagógicos

1. Metas de formación: El lenguaje como puente entre el yo y el mundo

Desde los primeros grados, el objetivo es que los estudiantes apropien el código alfabético no solo para reproducir sonidos o palabras, sino para comunicar ideas, emociones y pensamientos. Este proceso, como señala Cassany (2006), implica “aprender a escribir para aprender a pensar”. En los grados iniciales, fortalecer el reconocimiento de sílabas permite conectar la fonética con funciones gramaticales esenciales —como el uso de prefijos, sufijos y la acentuación—, habilidades que consolidan la comprensión lectora y la producción escrita.

A medida que avanzan en su formación, los estudiantes desarrollan la lectura y escritura autónoma como una práctica social que les permite acceder a textos de complejidad creciente. Comprender la estructura, el propósito y la intención comunicativa de un texto se convierte en una forma de pensar críticamente el discurso.

Por ejemplo, al planear, redactar y revisar sus escritos, los estudiantes aprenden a considerar el propósito comunicativo y el público lector —una práctica que, como subraya Janks (2010), fortalece la agencia del sujeto como autor y lector consciente de su entorno.

2. Competencias comunicativas: Del disfrute estético a la reflexión crítica

El currículo propuesto avanza desde el disfrute de cuentos, mitos y leyendas hacia la interpretación analítica de textos complejos y multimodales. En los primeros años, se busca que el estudiante disfrute la lectura como práctica cultural, reconozca medios de comunicación y relacione imágenes con textos. En niveles intermedios, las metas se amplían: el estudiante interpreta, compara, predice y socializa hipótesis a partir de los textos, conectando sus lecturas con el contexto social. En los grados superiores, la lectura se convierte en un acto político: analizar mensajes, intenciones comunicativas y discursos mediáticos permite al joven comprender cómo se construye el significado en la sociedad (Luke, 2012).

Además, se fortalece la producción oral y escrita como espacio de expresión y participación ciudadana. Elaborar exposiciones, foros o artículos de opinión son prácticas que entrenan la voz del estudiante para dialogar con otros, desde el respeto, la empatía y la argumentación fundamentada.

3. Componentes de la enseñanza: Un tejido de saberes lingüísticos y éticos

El área integra componentes como Gramática, Fonología, Léxico, Literatura, Ética de la comunicación y Medios de comunicación. Estos ejes no se abordan de forma aislada, sino como un sistema interdependiente que articula el saber, el sentir y el actuar. Por ejemplo, comprender la morfosintaxis no tiene sentido sin la capacidad de usar el lenguaje para construir convivencia; de igual manera, analizar los medios de comunicación debe acompañarse de la habilidad para interpretar críticamente sus discursos, entendiendo que todo mensaje conlleva una ideología (Fairclough, 2013).

La fonética y la ortografía, lejos de ser ejercicios mecánicos, se abordan como recursos para la claridad y la eficacia comunicativa. La ética del lenguaje, por su parte, promueve el respeto, la empatía y la conciencia social en la interacción verbal.

4. Metas de formación por grado: Progresión hacia la autonomía crítica

El currículo presenta una secuencia cuidadosamente diseñada para profundizar en las habilidades lingüísticas y discursivas:

  • En los primeros grados, se enfatiza la relación fonema-grafema, la conciencia fonológica y la comprensión literal.
  • En grados medios, se introduce la lectura inferencial y crítica, el uso de estrategias de búsqueda y organización de la información (resúmenes, esquemas, mapas conceptuales).
  • En los grados superiores, la meta es formar lectores y escritores reflexivos, argumentativos y creativos, capaces de analizar discursos mediáticos, debatir ideas y producir textos que expresen su identidad y pensamiento.

Cada etapa responde a una lógica de profundización cognitiva y emocional, donde el aprendizaje lingüístico se convierte en una experiencia integral de comprensión del mundo.

5. Estrategias didácticas: Aprender haciendo, sentir comprendiendo

El plan propone una secuencialidad temática distribuida por períodos académicos que combina elementos fonéticos, gramaticales y textuales con prácticas de lectura y escritura auténticas. Por ejemplo:

  • El trabajo con textos líricos en grados iniciales permite que el niño asocie ritmo, emoción y lenguaje, desarrollando sensibilidad estética.
  • Las fábulas, cuentos y leyendas sirven para explorar valores, personajes y estructuras narrativas.
  • En grados avanzados, los textos expositivos, argumentativos y dramáticos se convierten en vehículos para analizar el lenguaje como práctica social, donde los estudiantes deconstruyen y reconstruyen significados.

En cada período, se promueve el uso de técnicas expresivas (foros, debates, mesas redondas, sociodramas) que fortalecen la oralidad, la escucha activa y la argumentación. De esta manera, los aprendizajes trascienden la gramática para situarse en la vida cotidiana: la escuela se convierte en un laboratorio de lenguaje vivo.

Conclusión: Enseñar para liberar la palabra

La secuencialidad y profundización en los aprendizajes del área de Lengua Española deben concebirse como un proceso de empoderamiento lingüístico y emocional. Cuando los docentes bilingües implementan estas orientaciones con sensibilidad y reflexión crítica, el aula se transforma en un espacio donde leer, escribir y hablar no son actos escolares, sino actos de libertad.

En palabras de Freire (1970), enseñar a leer no es enseñar a repetir palabras, sino a “decir su propia palabra”. Y es que, cuando el lenguaje se convierte en un puente entre el conocimiento y la experiencia, el aprendizaje se vuelve una forma de humanidad.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Barcelona: Anagrama.

Fairclough, N. (2013). Critical Discourse Analysis: The Critical Study of Language. Routledge.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

Gee, J. P. (2008). Social Linguistics and Literacies: Ideology in Discourses. Routledge.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Luke, A., & Freebody, P. (1997). Shaping the Social Practices of Reading. In S. Muspratt, A. Luke, & P. Freebody (Eds.), Constructing Critical Literacies. Hampton Press.

Luke, A. (2012). Critical Literacy: Foundational Notes. Theory Into Practice, 51(1), 4–11.

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