Introducción: De la teoría a la práctica transformadora
La enseñanza de la
Lengua Española no es solo un proceso de decodificación del alfabeto ni de
memorización de reglas gramaticales; es, ante todo, una experiencia de
construcción de sentido y de poder. Desde la perspectiva de la literacidad
crítica —una corriente inspirada en los trabajos de Paulo Freire (1970)
y desarrollada por autores como Luke y Freebody (1997) o Gee (2008)—,
aprender a leer y escribir implica aprender a “leer el mundo”, interpretar las
relaciones de poder, y usar el lenguaje como herramienta para transformar la
realidad.
En este marco, la
secuencialidad y la profundización en los aprendizajes del área de Humanidades
– Lengua Española deben entenderse como un viaje gradual hacia la autonomía
comunicativa, el pensamiento crítico y la creatividad expresiva. No se trata
solo de enseñar “qué” leer o escribir, sino de guiar a los estudiantes en el
“para qué” y el “cómo” de cada práctica discursiva.
Desarrollo: Ejes
conceptuales y pedagógicos
1. Metas de
formación: El lenguaje como puente entre el yo y el mundo
Desde los primeros
grados, el objetivo es que los estudiantes apropien el código alfabético
no solo para reproducir sonidos o palabras, sino para comunicar ideas,
emociones y pensamientos. Este proceso, como señala Cassany (2006),
implica “aprender a escribir para aprender a pensar”. En los grados iniciales,
fortalecer el reconocimiento de sílabas permite conectar la fonética con
funciones gramaticales esenciales —como el uso de prefijos, sufijos y la
acentuación—, habilidades que consolidan la comprensión lectora y la producción
escrita.
A medida que avanzan
en su formación, los estudiantes desarrollan la lectura y escritura autónoma
como una práctica social que les permite acceder a textos de complejidad
creciente. Comprender la estructura, el propósito y la intención comunicativa
de un texto se convierte en una forma de pensar críticamente el discurso.
Por ejemplo, al planear,
redactar y revisar sus escritos, los estudiantes aprenden a considerar el
propósito comunicativo y el público lector —una práctica que, como subraya Janks
(2010), fortalece la agencia del sujeto como autor y lector consciente de
su entorno.
2. Competencias
comunicativas: Del disfrute estético a la reflexión crítica
El currículo propuesto
avanza desde el disfrute de cuentos, mitos y leyendas hacia la interpretación
analítica de textos complejos y multimodales. En los primeros años, se
busca que el estudiante disfrute la lectura como práctica cultural,
reconozca medios de comunicación y relacione imágenes con textos. En niveles
intermedios, las metas se amplían: el estudiante interpreta, compara,
predice y socializa hipótesis a partir de los textos, conectando sus
lecturas con el contexto social. En los grados superiores, la lectura se
convierte en un acto político: analizar mensajes, intenciones comunicativas y
discursos mediáticos permite al joven comprender cómo se construye el
significado en la sociedad (Luke, 2012).
Además, se fortalece
la producción oral y escrita como espacio de expresión y participación
ciudadana. Elaborar exposiciones, foros o artículos de opinión son prácticas
que entrenan la voz del estudiante para dialogar con otros, desde el respeto,
la empatía y la argumentación fundamentada.
3. Componentes de
la enseñanza: Un tejido de saberes lingüísticos y éticos
El área integra
componentes como Gramática, Fonología, Léxico, Literatura, Ética de la
comunicación y Medios de comunicación. Estos ejes no se abordan de forma
aislada, sino como un sistema interdependiente que articula el saber, el
sentir y el actuar. Por ejemplo, comprender la morfosintaxis no tiene
sentido sin la capacidad de usar el lenguaje para construir convivencia; de
igual manera, analizar los medios de comunicación debe acompañarse de la
habilidad para interpretar críticamente sus discursos, entendiendo que
todo mensaje conlleva una ideología (Fairclough, 2013).
La fonética y la
ortografía, lejos de ser ejercicios mecánicos, se abordan como recursos para
la claridad y la eficacia comunicativa. La ética del lenguaje, por su
parte, promueve el respeto, la empatía y la conciencia social en la interacción
verbal.
4. Metas de
formación por grado: Progresión hacia la autonomía crítica
El currículo presenta
una secuencia cuidadosamente diseñada para profundizar en las habilidades
lingüísticas y discursivas:
- En los primeros grados, se enfatiza la relación fonema-grafema,
la conciencia fonológica y la comprensión literal.
- En grados medios, se introduce la lectura inferencial y
crítica, el uso de estrategias de búsqueda y organización de la
información (resúmenes, esquemas, mapas conceptuales).
- En los grados superiores, la meta es formar lectores y escritores reflexivos,
argumentativos y creativos, capaces de analizar discursos mediáticos,
debatir ideas y producir textos que expresen su identidad y pensamiento.
Cada etapa responde a
una lógica de profundización cognitiva y emocional, donde el aprendizaje
lingüístico se convierte en una experiencia integral de comprensión del mundo.
5. Estrategias
didácticas: Aprender haciendo, sentir comprendiendo
El plan propone una secuencialidad
temática distribuida por períodos académicos que combina elementos
fonéticos, gramaticales y textuales con prácticas de lectura y escritura
auténticas. Por ejemplo:
- El trabajo con textos líricos en
grados iniciales permite que el niño asocie ritmo, emoción y lenguaje,
desarrollando sensibilidad estética.
- Las fábulas, cuentos y leyendas
sirven para explorar valores, personajes y estructuras narrativas.
- En grados avanzados, los textos
expositivos, argumentativos y dramáticos se convierten en vehículos
para analizar el lenguaje como práctica social, donde los estudiantes deconstruyen
y reconstruyen significados.
En cada período, se
promueve el uso de técnicas expresivas (foros, debates, mesas redondas,
sociodramas) que fortalecen la oralidad, la escucha activa y la argumentación. De
esta manera, los aprendizajes trascienden la gramática para situarse en la vida
cotidiana: la escuela se convierte en un laboratorio de lenguaje vivo.
Conclusión: Enseñar
para liberar la palabra
La secuencialidad y
profundización en los aprendizajes del área de Lengua Española deben concebirse
como un proceso de empoderamiento lingüístico y emocional. Cuando los
docentes bilingües implementan estas orientaciones con sensibilidad y reflexión
crítica, el aula se transforma en un espacio donde leer, escribir y hablar no
son actos escolares, sino actos de libertad.
En palabras de Freire
(1970), enseñar a leer no es enseñar a repetir palabras, sino a “decir su
propia palabra”. Y es que, cuando el lenguaje se convierte en un puente entre
el conocimiento y la experiencia, el aprendizaje se vuelve una forma de
humanidad.
Referencias
Cassany, D. (2006). Tras
las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Barcelona: Anagrama.
Fairclough,
N. (2013). Critical Discourse Analysis: The Critical Study of Language. Routledge.
Freire, P. (1970). Pedagogía
del oprimido. Siglo XXI.
Gee, J. P.
(2008). Social Linguistics and Literacies: Ideology in Discourses. Routledge.
Janks, H.
(2010). Literacy and Power. Routledge.
Luke, A.,
& Freebody, P. (1997). Shaping the Social Practices of Reading. In
S. Muspratt, A. Luke, & P. Freebody (Eds.), Constructing Critical
Literacies. Hampton Press.
Luke, A.
(2012). Critical Literacy: Foundational Notes. Theory Into Practice, 51(1), 4–11.
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