1. Introducción
En los primeros
niveles del aprendizaje de una segunda lengua —particularmente en el nivel Pre-A1
del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCER)— la expresión
no solo constituye una competencia comunicativa básica, sino también una puerta
de entrada a la interacción humana significativa. A este nivel, el propósito
pedagógico central no es la corrección formal, sino el desarrollo de la
confianza para comunicarse, aun con recursos limitados (Consejo de Europa,
2018).
Y es que, tanto la expresión
oral, signada o escrita, más que un producto, debe entenderse como un
proceso: un acto social y emocional en el que el estudiante comienza a
construir sentido, identidad y pertenencia lingüística.
2. La expresión en
contextos bilingües: más allá de la gramática
Las actividades de
expresión implican hablar, escribir o signar con un propósito
comunicativo claro. En contextos bilingües, esta competencia cobra un valor
particular porque permite a los aprendices navegar entre dos sistemas
lingüísticos y desarrollar estrategias metalingüísticas desde etapas
tempranas (Cummins, 2001).
Por ejemplo, cuando un
niño describe a su familia en la segunda lengua (“Mi mamá es profesora. Yo
tengo un perro.”), no solo practica vocabulario, sino que aprende a
construir su mundo en otro idioma, a traducir sus emociones y experiencias
en nuevas palabras.
Estas habilidades
expresivas, especialmente en contextos formales (como presentaciones o relatos
ante un grupo), no se adquieren de manera natural: son el resultado de una
enseñanza intencional y de experiencias guiadas. El docente, por tanto,
actúa como mediador del lenguaje, creando andamios (scaffolding) que permitan
al alumno avanzar de expresiones memorizadas a producciones más espontáneas
(Vygotsky, 1978; Gibbons, 2015).
3. La expresión
oral: una competencia relacional
El MCER distingue tres
macrofunciones de la expresión oral:
- Interpersonal (mantener la relación social y emocional
con otros),
- Transaccional (intercambiar información), y
- Evaluativa (expresar opiniones o juicios).
En el nivel Pre-A1,
el énfasis recae en la primera función. El objetivo no es elaborar
discursos extensos, sino usar frases sencillas para presentarse, compartir
información básica y expresar emociones. Por ejemplo:
- “Me llamo Ana. Tengo seis años.”
- “Estoy feliz.” (acompañado de un gesto o
sonrisa).
Estas producciones,
aunque breves, tienen un valor simbólico enorme: representan el primer paso
hacia la autorregulación lingüística (Swain, 2006).
La verdad es que,
cuando los docentes ofrecen rutinas comunicativas predecibles (“¿Cómo estás
hoy?” / “Estoy cansado.”), los niños internalizan la estructura del discurso y
comienzan a improvisar variaciones. Esa fluidez emergente es el
indicador más claro del progreso comunicativo en este nivel.
4. Monólogos
sostenidos y construcción del discurso
En etapas iniciales,
hablar durante más de unos segundos puede parecer un desafío. Sin embargo, el
MCER sugiere escalas específicas como “Monólogo sostenido: describir
experiencias” y “Monólogo sostenido: dar información”. En el aula
bilingüe, esto puede materializarse en actividades como:
- “Mi rincón favorito”: el estudiante muestra un dibujo y lo
describe con frases simples (“Mi casa es azul. Mi perro duerme aquí.”).
- “Mini entrevista”: los niños se hacen preguntas básicas
entre pares (“¿Tienes hermanos?” “Sí, tengo uno.”).
Estas dinámicas
fortalecen la organización secuencial del discurso y ayudan a los
aprendices a conectar ideas mediante estructuras de cohesión básicas (por
ejemplo, “y”, “pero”, “también”).
Además, cuando el
alumnado signante participa mediante vídeos cortos, se promueve una conciencia
multimodal de la comunicación —la idea de que la expresión puede
articularse con gestos, signos, mirada y emoción—, lo cual resulta fundamental
en contextos educativos inclusivos (Cormier & Fenlon, 2021).
5. La expresión
escrita en el nivel Pre-A1
La expresión
escrita, en este nivel, debe concebirse como una extensión visual del
pensamiento oral. Los aprendices escriben palabras y frases simples con
apoyo del docente, plantillas o modelos. Actividades como completar fichas con
su nombre, dirección o nacionalidad (“Me llamo Sara. Vivo en Quito.”) favorecen
la conciencia gráfica y la autorrepresentación.
El uso de diccionarios
ilustrados o digitales contribuye al desarrollo de la autonomía y refuerza la
relación entre palabra, imagen y significado (Cameron, 2001).
Y es que, más allá del
producto escrito, el proceso de planificar, escribir y revisar fomenta
la metacognición: los niños comienzan a reflexionar sobre cómo comunican sus
ideas, incluso con un repertorio limitado.
6. Estrategias de
expresión: compensar para seguir comunicando
Una de las estrategias
más relevantes para este nivel es “compensar”, es decir, mantener la
comunicación cuando faltan recursos léxicos o expresivos. Los aprendices
pueden hacerlo mediante:
- gestos o mímica (“¿Esto?” mientras señalan
un objeto),
- paráfrasis (“la cosa para escribir” →
lápiz), o
- sustituciones aproximadas (“cosa” por
“pelota”).
Estas estrategias,
lejos de ser errores, son muestras de competencia comunicativa emergente.
Fomentarlas en el aula ayuda a reducir la ansiedad lingüística y a consolidar
la resiliencia comunicativa, tan necesaria para el aprendizaje bilingüe
(MacIntyre, 2002).
7. Implicaciones
pedagógicas
Para que la teoría se
traduzca en práctica, los docentes pueden incorporar micro estrategias
didácticas:
- Crear rutinas lingüísticas diarias
(saludos, emociones, clima, actividades).
- Fomentar la narración visual
mediante imágenes, objetos o dramatizaciones.
- Modelar y celebrar el uso de estrategias
de compensación.
- Evaluar la expresión por intención
comunicativa, no solo por exactitud formal.
- Incorporar proyectos bilingües (por
ejemplo, un “libro de mi vida” en L1 y L2).
Estas acciones
concretas fortalecen la confianza del estudiante y promueven una visión del
lenguaje como herramienta de conexión, no de perfección.
8. Conclusiones
El desarrollo de la
expresión en el nivel Pre-A1, en contextos bilingües, requiere una mirada
humanista, integradora y emocionalmente segura. La enseñanza de una lengua
no puede limitarse a la transmisión de estructuras, sino que debe abrir
caminos para la voz del aprendiz.
Al final, enseñar a
expresarse —aunque sea con frases simples— significa enseñar a existir en
otra lengua.
📚 Referencias
Cameron, L.
(2001). Teaching Languages to Young Learners. Cambridge University Press.
Consejo de
Europa. (2018). Common European Framework of Reference for Languages:
Learning, Teaching, Assessment – Companion Volume with New Descriptors. Council of Europe Publishing.
Cormier,
K., & Fenlon, J. (2021). Sign Language and Multimodal Communication in
Education. Routledge.
Cummins, J.
(2001). Bilingual Children’s Mother Tongue: Why Is It Important for
Education? Sprogforum, 7(19),
15–20.
Gibbons, P.
(2015). Scaffolding Language, Scaffolding Learning: Teaching English
Language Learners in the Mainstream Classroom. Heinemann.
MacIntyre,
P. D. (2002). Motivation, anxiety and emotion in second language acquisition.
In P. Robinson (Ed.), Individual Differences and Instructed Language
Learning (pp. 45–68). John
Benjamins.
Swain, M.
(2006). Languaging, Agency and Collaboration in Advanced Second Language
Proficiency. In H. Byrnes (Ed.), Advanced Language Learning: The
Contribution of Halliday and Vygotsky (pp. 95–108). Continuum.
Vygotsky,
L. S. (1978). Mind in Society: The Development of Higher Psychological
Processes. Harvard University
Press.
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