domingo, 12 de octubre de 2025

🧩 Red de Inclusión Creativa: Conectando Saberes para un Aprendizaje Universal

 Resumen

La propuesta Red de Inclusión Creativa surge como un esfuerzo colectivo para fortalecer la educación inclusiva en la Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar, a través de la colaboración entre pares docentes. Se busca construir una comunidad profesional que comparta estrategias, experiencias y recursos centrados en la diversidad neurocognitiva y el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). Este proyecto promueve la creación de entornos pedagógicos accesibles, flexibles y emocionalmente seguros, donde cada estudiante pueda aprender desde sus propias fortalezas. Al integrar la gestión comunitaria, la investigación pedagógica y la innovación educativa, esta red se convierte en un espacio de transformación cultural hacia una escuela verdaderamente inclusiva y equitativa.

1. Contexto y Justificación

En la institución educativa Simón Bolívar, el compromiso con la inclusión ha sido constante, pero aún enfrenta obstáculos estructurales y formativos. La falta de capacitación especializada, los recursos limitados y la escasa articulación entre docentes dificultan la atención a estudiantes neurodivergentes —aquellos con autismo, TDAH, dislexia o altas capacidades— (Armstrong, 2010). La verdad es que, aunque el deseo de incluir está presente, las herramientas prácticas siguen siendo insuficientes. De ahí nace esta red: como un espacio donde los docentes aprenden juntos, se apoyan y reconstruyen su práctica a la luz de los principios del DUA (CAST, 2018) y de la pedagogía crítica de Freire (1970), que nos recuerda que enseñar también es un acto de libertad y justicia.

2. Marco Teórico

2.1 Educación inclusiva y pedagogía transformadora

La educación inclusiva reconoce que cada niño y niña tiene derecho a una educación que celebre sus diferencias y potencialidades. Siguiendo a Vygotsky (1978), el aprendizaje se construye en interacción con otros; por eso, un aula inclusiva es, ante todo, una comunidad donde la diversidad enriquece. Por su parte, Freire (1970) advierte que la escuela no puede reproducir exclusiones, sino que debe convertirse en un espacio de diálogo, crítica y esperanza. La Red de Inclusión Creativa encarna este principio al invitar a los docentes a reflexionar colectivamente sobre sus prácticas y a diseñar respuestas pedagógicas desde la empatía y la co-creación.

2.2 El Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA)

El DUA, desarrollado por CAST (2018) y expandido por Rose, Meyer y Gordon (2014), propone ofrecer múltiples formas de representación, acción y expresión, y participación. Esto significa que enseñar no es repetir un modelo, sino diversificarlo para que todos puedan acceder al conocimiento. En esta red, los docentes reinterpretan el DUA desde su realidad cotidiana: diseñan materiales en diferentes formatos, flexibilizan las evaluaciones y reconocen que el éxito no se mide por la homogeneidad, sino por la participación activa de cada estudiante (Martínez, 2023).

2.3 Neurodiversidad y cultura escolar

La neurodiversidad, concepto acuñado por Singer (1999), nos invita a ver las diferencias cognitivas no como déficit, sino como formas distintas de percibir y procesar el mundo. Este enfoque ético y científico permite reimaginar la escuela como un ecosistema donde cada cerebro aporta una perspectiva única. Y es que, cuando los docentes comprenden la neurodiversidad, las aulas dejan de ser lugares de “ajuste” para convertirse en espacios de convivencia cognitiva (Skliar, 2012).

3. Metodología de Diseño e Implementación

El proyecto se desarrolló bajo los principios del Design Thinking, partiendo de la empatía, la co-creación y la experimentación. Se aplicaron encuestas, listas de chequeo y espacios colaborativos con 13 docentes participantes. Los hallazgos iniciales revelaron avances parciales: la mitad de los docentes ha participado en la creación de un banco de recursos digitales inclusivos, mientras que otros expresaron dificultad para usar herramientas tecnológicas o para comprender conceptos como dislexia o DUA. Estos resultados, lejos de desanimar, evidencian la urgencia de mantener procesos de formación continua, acompañamiento entre pares y mentoría docente (Friend & Bursuck, 2018).

4. Resultados y Discusión

4.1 Logros

  • Se promovió una cultura de colaboración mediante la creación de una red digital y espacios de diálogo presencial.
  • Se fortaleció la comprensión del DUA y la neurodiversidad como ejes del currículo inclusivo.
  • Se despertó un sentido de comunidad docente, donde compartir estrategias dejó de ser un acto individual para convertirse en práctica colectiva.

4.2 Desafíos

Persisten limitaciones en la formación pedagógica especializada, en el uso de recursos tecnológicos y en la articulación con las familias. Además, aún falta consolidar un sistema de mentoría interna que acompañe a los docentes novatos.

Como sugiere Skliar (2014), “la inclusión no es un destino, sino un camino que se recorre en comunidad”. Por eso, los resultados parciales no son un cierre, sino un punto de partida para repensar el PEI institucional desde la inclusión plena.

5. Estrategias para la Sostenibilidad

  1. Banco digital colaborativo: crear una plataforma accesible con materiales inclusivos y foros de intercambio.
  2. Mentoría entre pares: formar docentes líderes en inclusión que acompañen a sus colegas.
  3. Campañas de sensibilización dirigidas a familias y comunidad, para fortalecer la empatía y eliminar estereotipos.
  4. Alianzas interinstitucionales: establecer vínculos con universidades y entidades públicas que promuevan la innovación educativa inclusiva.

Estas acciones responden al llamado de Bowen (2018) a “enseñar el cambio” y no solo contenidos.

6. Conclusiones

La Red de Inclusión Creativa ha demostrado que la inclusión no se decreta, se construye. Se construye con diálogo, con formación y, sobre todo, con voluntad colectiva. Cuando los docentes se reconocen como comunidad de aprendizaje, la inclusión deja de ser un ideal para convertirse en una práctica cotidiana: en la forma en que se saluda, se planifica, se escucha y se enseña. La verdad es que, más allá de la teoría, la inclusión se aprende viviendo la diferencia con respeto, creatividad y esperanza.

Referencias

Armstrong, T. (2010). Neurodiversity: Discovering the extraordinary gifts of autism, ADHD, dyslexia, and other brain differences. Da Capo Lifelong Books.

Bowen, J. A. (2018). Teaching change: How to develop independent thinkers using relationships, resilience, and reflection. Johns Hopkins University Press.

CAST. (2018). Universal Design for Learning Guidelines (Version 2.2). https://udlguidelines.cast.org/

Freire, P. (1970). Pedagogy of the oppressed. Herder and Herder.

Friend, M., & Bursuck, W. D. (2018). Inclusion in action: Practical strategies to modify your curriculum. Pearson.

Martínez, M. J. (2023). Aplicación del Diseño Universal para el Aprendizaje en la educación inclusiva. Revista Latinoamericana de Educación, 20(4), 123–139.

Rose, D. H., Meyer, A., & Gordon, D. (2014). Universal Design for Learning: Theory and practice. CAST Professional Publishing.

Singer, J. (1999). Neurodiversity: The birth of an idea. Kindle Edition.

Skliar, C. (2014). Redes de colaboración y práctica educativa: Un enfoque inclusivo. Revista de Investigación Educativa, 21(3), 89–104.

Vygotsky, L. S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological processes. Harvard University Press.

De la Teoría a la Práctica: Desarrollo de la Producción Textual y la Literacidad Crítica en la Educación Primaria Bilingüe

 Introducción

La enseñanza de la producción textual en la educación primaria constituye una oportunidad privilegiada para desarrollar las competencias comunicativas críticas de los estudiantes. En contextos bilingües, este proceso adquiere una relevancia especial: no solo implica aprender a escribir o hablar, sino comprender, transformar y actuar sobre el mundo a través del lenguaje (Freire, 1970; Gee, 2015). El presente artículo analiza la propuesta curricular de la Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar (2024) desde una perspectiva de alfabetización crítica aplicada, ofreciendo orientaciones concretas para que los docentes puedan traducir la teoría en acciones pedagógicas vivas, significativas y culturalmente relevantes.

Marco teórico: Literacidad crítica y competencias comunicativas

La literacidad crítica —según Freire (1970), Luke (2000) y Janks (2010)— no se limita al dominio técnico de la lectura y la escritura, sino que implica entender el lenguaje como práctica social y política. En este sentido, enseñar a producir textos es también enseñar a pensar, cuestionar y dialogar con la realidad. Cada competencia comunicativa (pragmática, semántica y sintáctica) debe, por tanto, ser enseñada como una forma de empoderar a los niños para expresarse con conciencia, propósito y voz propia. El enfoque que se propone para los grados 1° a 5° promueve justamente esa articulación entre el saber, el hacer y el ser: tres dimensiones que integran la competencia comunicativa integral.

Desarrollo por niveles educativos

Grado Primero: Iniciar la expresión con propósito

A los seis o siete años, los estudiantes comienzan a reconocer que toda comunicación tiene una intención y un interlocutor. En esta etapa, la prioridad es que comprendan para quién escriben y por qué. Las actividades de dramatización, redacción de pequeñas historias y juegos de escritura fortalecen la competencia pragmática. Como sugiere Cassany (2006), la producción textual inicial debe apoyarse en la oralidad como puente hacia la escritura significativa. Las maestras pueden guiar este proceso mediante estrategias interactivas: leer en voz alta, crear cuentos colectivos o realizar entrevistas simuladas. La clave está en vincular la norma (mayúsculas, punto, género y número) con la intención comunicativa, no como un requisito mecánico, sino como una herramienta de claridad y respeto hacia el lector.

Grado Segundo: Construir la coherencia del pensamiento

En segundo grado, la competencia semántica se convierte en el eje del aprendizaje. Los niños aprenden a ordenar sus ideas, conectar oraciones y mantener la coherencia de sentido. Los docentes pueden potenciar este proceso proponiendo textos secuenciados, ejercicios de concordancia y redacciones que fortalezcan el orden lógico. Como señala Halliday (1994), la coherencia textual surge de la relación entre las ideas y su contexto de uso. La práctica pedagógica puede incluir narraciones colaborativas, mapas de ideas y análisis de textos donde los estudiantes descubran cómo una frase mal ubicada cambia el sentido del mensaje. Y es que —como toda comunicación humana— escribir también es organizar el pensamiento y hacerlo visible.

Grado Tercero: Cuidar la forma para fortalecer el contenido

En tercer grado, el foco pasa a la competencia sintáctica: el uso adecuado de estructuras gramaticales, tiempos verbales, pronombres y signos de puntuación. Aquí, el docente actúa como mentor lingüístico, ayudando al estudiante a comprender que las reglas no son un obstáculo, sino un marco que da fuerza a sus ideas. Actividades como juegos gramaticales, corrección colaborativa de textos y representaciones orales permiten vivenciar la gramática como experiencia comunicativa. Como afirma Goodman (1996), escribir correctamente no es repetir estructuras, sino entender cómo el lenguaje da forma al pensamiento. Por eso, cada ejercicio debe conectar el uso formal con el sentido social del texto.

Grado Cuarto: Pensar antes de escribir, escribir para pensar

En cuarto grado, los estudiantes consolidan la habilidad de evaluar la validez, pertinencia y estilo del texto. Se introducen esquemas, cuadros sinópticos y estrategias de planificación textual. Los docentes pueden promover debates, escritura de opiniones o redacción de textos literarios que integren lecturas previas y experiencias personales. Según Janks (2010), la literacidad crítica en esta etapa implica enseñar a los niños a leer y escribir el mundo, no solo palabras. Por eso, las actividades deben propiciar la reflexión sobre el propósito y la audiencia: ¿por qué escribimos esto?, ¿para quién lo hacemos?, ¿qué efecto queremos causar? Esa conciencia comunicativa convierte al estudiante en autor activo de sentido, no mero repetidor de modelos.

Grado Quinto: Integrar pensamiento, forma y propósito

En quinto grado, la producción textual alcanza su madurez inicial. Los estudiantes ya pueden planificar, redactar, revisar y evaluar sus textos, eligiendo conectores, estilos y léxicos adecuados. El trabajo docente se orienta a fortalecer la cohesión y coherencia global, así como la expresión oral consciente y articulada. Estrategias como debates, mapas conceptuales, resúmenes y análisis de medios de comunicación permiten aplicar la literacidad crítica a contextos reales. La verdad es que, cuando un niño logra expresar sus ideas con claridad, emoción y sentido, no solo está aprendiendo a escribir, está aprendiendo a pensar y a participar en la sociedad de manera activa (Freire, 1970; Luke, 2000).

Conclusiones

El desarrollo progresivo de la producción textual en los grados de primaria —como lo plantea la Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar— constituye una ruta sólida hacia la formación de sujetos críticos, empáticos y competentes. Desde la literacidad crítica, el docente no solo enseña a usar palabras, sino a construir mundos posibles con ellas. Por ello, la implementación pedagógica debe ir más allá del cumplimiento curricular: debe convertirse en una práctica liberadora, emocionalmente significativa y socialmente transformadora.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

Gee, J. P. (2015). Social linguistics and literacies: Ideology in discourses. Routledge.

Goodman, K. (1996). On Reading. Heinemann.

Halliday, M. A. K. (1994). An Introduction to Functional Grammar. Edward Arnold.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Luke, A. (2000). Critical literacy in Australia: A matter of context and standpoint. Journal of Adolescent & Adult Literacy, 43(5), 448–461.

 

De la teoría a la práctica: la comprensión lectora y la producción textual como ejes del desarrollo comunicativo en la educación primaria bilingüe

 Introducción

La comprensión lectora constituye uno de los pilares esenciales del aprendizaje significativo y de la formación de ciudadanos críticos y participativos. En la educación bilingüe, esta competencia no solo se asocia con el dominio del código escrito, sino también con la capacidad de comprender, interpretar y producir textos en contextos diversos. Tal como afirma Cassany (2006), “leer no es descifrar palabras, sino construir sentido a partir de las interacciones entre texto, contexto y lector” (p. 45).

El presente artículo propone una lectura pedagógica de las Mallas de Aprendizaje 2024 de la Institución Educativa Distrital del Barrio Simón Bolívar, orientadas a fortalecer la comprensión lectora desde primero hasta quinto grado. Se busca traducir la teoría en estrategias de aula aplicables, que acompañen a los docentes en la implementación de una práctica lectora reflexiva, creativa y culturalmente situada.

Fundamento teórico: la literacidad crítica como marco pedagógico

Desde la perspectiva de la literacidad crítica (Freire, 1970; Luke, 2012; Janks, 2010), enseñar a leer implica enseñar a pensar, cuestionar y transformar el mundo a través del lenguaje. La lectura, en este sentido, no se reduce a un acto mecánico, sino que se convierte en una herramienta de comprensión social y de construcción identitaria.

Gee (2008) señala que cada texto constituye un espacio de prácticas sociales donde los sujetos construyen significados y se posicionan frente al discurso. Por ello, el enfoque comunicativo que articula las mallas de aprendizaje favorece la formación de lectores activos, capaces de reconocer la función social de los textos y de transferir estrategias cognitivas a nuevas situaciones comunicativas.

Desarrollo: de la teoría a la práctica pedagógica

Primer grado: el inicio de la conciencia fonológica y la lectura significativa

En los primeros años, la enseñanza de la lectura debe centrarse en desarrollar la conciencia fonológica y el gusto por los textos. A través de rondas, adivinanzas, poesías y canciones, los niños descubren que las palabras tienen ritmo, forma y sentido. El docente actúa como mediador entre la oralidad y la escritura, utilizando materiales visuales (carteles, tarjetas, manuales) y estrategias lúdicas para favorecer la identificación de sonidos y la comprensión de mensajes simples.

Un ejemplo práctico consiste en invitar a los estudiantes a crear un pequeño folleto ilustrado que reúna distintos tipos de texto (por ejemplo, una receta, una tarjeta y un cuento corto), destacando su función social. Este tipo de actividad consolida la relación entre forma, propósito y sentido, principios básicos de la lectura crítica.

“Aprender a leer es, también, aprender a interpretar el mundo” (Freire, 1970, p. 34).

Segundo grado: comprensión estructural y análisis de la función comunicativa

A partir del segundo grado, los niños comienzan a reconocer los elementos estructurales de los textos: personajes, escenarios, acciones y narradores. En esta etapa, la enseñanza debe promover la comparación entre textos literarios y no literarios, para que los estudiantes comprendan la intencionalidad de cada uno.

Las estrategias de modelado y aprendizaje cooperativo resultan esenciales: el docente puede leer en voz alta un cuento y, junto a los estudiantes, identificar las partes que lo conforman. Luego, el grupo puede trabajar en la elaboración de resúmenes o representaciones visuales, fomentando la autonomía y la reflexión.

El uso de imágenes, esquemas y juegos de roles enriquece la comprensión, permitiendo que el aprendizaje adquiera un carácter vivencial y significativo.

Tercer grado: la lectura inferencial y crítica

En el tercer grado se consolida la capacidad inferencial: el estudiante ya no se limita a reconocer información literal, sino que puede interpretar, analizar y emitir juicios sobre el texto. La lectura de poemas, leyendas, biografías y textos dramáticos ofrece oportunidades para ejercitar la comprensión profunda y la creatividad.

Las actividades de dramatización, por ejemplo, permiten integrar emoción y pensamiento, ayudando a los estudiantes a comprender las motivaciones de los personajes y las estructuras narrativas. De este modo, la lectura se convierte en un espacio de imaginación, juego y reflexión cultural, donde los niños aprenden a valorar la diversidad textual y artística.

Cuarto grado: estrategias de búsqueda, organización y análisis

En esta etapa, la enseñanza de la comprensión lectora debe centrarse en el desarrollo de estrategias metacognitivas: cómo buscar, seleccionar y organizar la información. Los organizadores gráficos (cuadros sinópticos, mapas conceptuales, fichas de lectura) se vuelven aliados pedagógicos fundamentales.

El aprendizaje basado en proyectos permite que los estudiantes investiguen sobre un tema específico utilizando diversas fuentes textuales. Así, aprenden a identificar la intención comunicativa de cada texto y a estructurar la información de manera lógica y coherente.

El rol del docente es acompañar este proceso con una enseñanza explícita de las estrategias de comprensión, guiando a los niños hacia una lectura más crítica y autónoma.

Quinto grado: de la comprensión a la producción textual reflexiva

El último ciclo de primaria se orienta hacia la integración entre lectura y escritura. Los estudiantes deben ser capaces de analizar la información, jerarquizar ideas y evaluar la intención comunicativa de los textos.

Las actividades propuestas —como el análisis de artículos periodísticos, la creación de resúmenes y la comparación entre géneros— fomentan la autonomía interpretativa. El uso de organizadores gráficos ayuda a discriminar información relevante y a producir textos coherentes y argumentativos.

El enfoque final apunta al desarrollo de una literacidad crítica y productiva, donde los niños no solo comprendan, sino también produzcan conocimiento textual.

Conclusiones

Implementar estas mallas de aprendizaje implica reconocer que la lectura y la escritura son procesos sociales, cognitivos y afectivos. La práctica pedagógica debe equilibrar el rigor académico con la empatía, la creatividad y el disfrute.

Los docentes bilingües tienen la oportunidad de formar lectores que comprendan y cuestionen, que se emocionen y construyan significado en dos lenguas, fortaleciendo así su identidad y su voz en el mundo. Como afirma Janks (2010), “enseñar literacidad crítica es enseñar a los estudiantes a leer el mundo y a escribir su lugar en él” (p. 45).

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

Gee, J. P. (2008). Social linguistics and literacies: Ideology in discourses (3rd ed.). Routledge.

Janks, H. (2010). Literacy and power. Routledge.

Luke, A. (2012). Critical literacy: Foundational notes. Theory Into Practice, 51(1), 4–11. https://doi.org/10.1080/00405841.2012.636324

 

La Evaluación Formativa y Socioemocional en la Enseñanza Bilingüe: Criterios Aplicados en Tercer y Cuarto Grado de Lengua Castellana

 Resumen

Este artículo presenta una propuesta de evaluación formativa e integral para los grados tercero y cuarto en el área de Lengua Castellana, orientada desde los principios de la literacidad crítica (Freire, 1985; Luke, 2000; Cassany, 2006). Su objetivo es ofrecer a maestras y profesores bilingües estrategias concretas para implementar prácticas evaluativas que integren los contenidos conceptuales, procedimentales, actitudinales y socioemocionales. Se promueve una evaluación que fomente la reflexión, la autorregulación emocional y el aprendizaje colaborativo como base para una educación crítica, humana y transformadora.

Introducción

Evaluar no es simplemente medir conocimientos; es, sobre todo, acompañar procesos de construcción de sentido. En los entornos bilingües, la evaluación adquiere un papel doblemente relevante: no solo orienta el desarrollo lingüístico, sino que también fortalece la conciencia cultural, el pensamiento crítico y las competencias socioemocionales de los estudiantes.

La alfabetización crítica, como señalan Freire (1985) y Janks (2010), implica leer el mundo además de leer la palabra. En este marco, los criterios de evaluación deben integrar no solo los logros cognitivos, sino también las formas en que los niños se relacionan, sienten, piensan y expresan. La verdad es que, cuando la escuela se convierte en un espacio donde se evalúan emociones, empatía y colaboración, se enseña algo más que gramática: se enseña humanidad.

Desarrollo

1. Evaluación en Tercer Grado: Literacidad y Emocionalidad en Construcción

En el tercer grado, los criterios de evaluación proponen una mirada integral sobre el aprendizaje literario y comunicativo. Los contenidos conceptuales incluyen la capacidad de identificar y diferenciar tipos de textos literarios —narrativos, líricos y dramáticos—, así como la comprensión de sus elementos constitutivos. Este proceso, más que memorizar definiciones, busca que el estudiante reconozca las múltiples voces y realidades que habitan los textos (Gee, 2001).

En los contenidos procedimentales, se enfatiza la aplicación práctica: elaborar hipótesis de lectura, analizar relaciones entre texto y contexto, y respetar las normas ortográficas y gramaticales en la producción de textos. Las maestras pueden, por ejemplo, invitar a los estudiantes a reescribir un cuento desde otra perspectiva cultural o dramatizar un poema incorporando emociones personales.

En cuanto a los contenidos actitudinales, la evaluación se centra en la curiosidad, la colaboración y el deseo de mejorar la expresión oral y escrita. Se sugiere observar cómo los estudiantes trabajan juntos, se escuchan, corrigen y celebran los logros del grupo.

Finalmente, las competencias socioemocionales incluyen la empatía, la autorregulación y el respeto por las emociones ajenas. En la práctica, esto significa observar si los niños pueden expresar sus sentimientos sin dañar a otros, resolver conflictos con palabras y usar estrategias como la respiración profunda o el pensamiento positivo para manejar la frustración (CASEL, 2023).

Este enfoque promueve tres modalidades de evaluación:

  • Coevaluación: entre pares, donde se valora el aprendizaje colaborativo.
  • Heteroevaluación: desde la mirada docente, para identificar avances y áreas de mejora.
  • Autoevaluación: donde el estudiante reflexiona sobre su propio proceso, reconoce sus emociones y establece metas personales.

Así, el aula se transforma en un espacio de diálogo, autoconocimiento y crecimiento compartido.

2. Evaluación en Cuarto Grado: De la Comprensión Crítica a la Producción Creativa

En el cuarto grado, la evaluación profundiza en el pensamiento crítico y en la capacidad de los estudiantes para conectar los textos literarios con los medios de comunicación masiva.

Los contenidos conceptuales se amplían hacia la comprensión de los mensajes mediáticos y su influencia en la cultura. Evaluar aquí implica observar si los estudiantes pueden analizar un anuncio publicitario con la misma mirada crítica con que interpretan un poema.

Desde los contenidos procedimentales, se fomenta la elaboración de textos propios —afiches, relatos, dramatizaciones— que integren información de diversas fuentes. Por ejemplo, un grupo podría crear una miniobra teatral inspirada en una noticia o reinterpretar un cuento clásico desde la perspectiva de los medios.

Los contenidos actitudinales valoran la participación, la creatividad y la reflexión ante los textos. No se trata solo de “hacer bien” una tarea, sino de atreverse a pensar, cuestionar y proponer.

En el ámbito de las competencias socioemocionales, se evalúan la empatía, la resolución de conflictos y la apertura a la diversidad. Las maestras pueden promover actividades donde los estudiantes dialoguen sobre emociones que surgen en una historia o reflexionen sobre cómo sus palabras afectan a los demás. Según Goleman (2011), este tipo de aprendizaje fortalece la autoconfianza y la resiliencia comunicativa.

La coevaluación se convierte en un ejercicio de corresponsabilidad: los compañeros reconocen fortalezas y aportes mutuos. La heteroevaluación, por su parte, busca acompañar el proceso, no sancionar. Y la autoevaluación invita a reflexionar sobre la propia evolución como comunicador crítico y emocionalmente consciente.

Conclusión

La evaluación formativa en la enseñanza bilingüe no puede reducirse a calificar resultados; debe cultivar la conciencia crítica y emocional. Tanto en tercer como en cuarto grado, los criterios propuestos apuntan a una formación integral donde el lenguaje es puente entre pensamiento, emoción y cultura.

Cuando los docentes integran la coevaluación, la heteroevaluación y la autoevaluación en su práctica cotidiana, convierten el aula en un laboratorio de empatía y pensamiento crítico. En palabras de Freire (1993), enseñar es un acto de amor y valentía: amar lo que se enseña y creer que cada niño puede aprender desde su propia voz.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.

CASEL. (2023). Core Competencies Framework. Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning.

Freire, P. (1985). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

Freire, P. (1993). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo XXI Editores.

Gee, J. P. (2001). Literacy, Discourse, and Linguistics. Journal of Education, 171(1), 5–17.

Goleman, D. (2011). Emotional Intelligence. Bantam Books.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Luke, A. (2000). Critical Literacy in Australia: A Matter of Context and Standpoint. Journal of Adolescent & Adult Literacy, 43(5), 448–461.

 

Secuencialidad y Profundización en los Aprendizajes: Tejiendo la Literacidad Crítica en el Aula de Lengua Española

 Introducción: De la teoría a la práctica transformadora

La enseñanza de la Lengua Española no es solo un proceso de decodificación del alfabeto ni de memorización de reglas gramaticales; es, ante todo, una experiencia de construcción de sentido y de poder. Desde la perspectiva de la literacidad crítica —una corriente inspirada en los trabajos de Paulo Freire (1970) y desarrollada por autores como Luke y Freebody (1997) o Gee (2008)—, aprender a leer y escribir implica aprender a “leer el mundo”, interpretar las relaciones de poder, y usar el lenguaje como herramienta para transformar la realidad.

En este marco, la secuencialidad y la profundización en los aprendizajes del área de Humanidades – Lengua Española deben entenderse como un viaje gradual hacia la autonomía comunicativa, el pensamiento crítico y la creatividad expresiva. No se trata solo de enseñar “qué” leer o escribir, sino de guiar a los estudiantes en el “para qué” y el “cómo” de cada práctica discursiva.

Desarrollo: Ejes conceptuales y pedagógicos

1. Metas de formación: El lenguaje como puente entre el yo y el mundo

Desde los primeros grados, el objetivo es que los estudiantes apropien el código alfabético no solo para reproducir sonidos o palabras, sino para comunicar ideas, emociones y pensamientos. Este proceso, como señala Cassany (2006), implica “aprender a escribir para aprender a pensar”. En los grados iniciales, fortalecer el reconocimiento de sílabas permite conectar la fonética con funciones gramaticales esenciales —como el uso de prefijos, sufijos y la acentuación—, habilidades que consolidan la comprensión lectora y la producción escrita.

A medida que avanzan en su formación, los estudiantes desarrollan la lectura y escritura autónoma como una práctica social que les permite acceder a textos de complejidad creciente. Comprender la estructura, el propósito y la intención comunicativa de un texto se convierte en una forma de pensar críticamente el discurso.

Por ejemplo, al planear, redactar y revisar sus escritos, los estudiantes aprenden a considerar el propósito comunicativo y el público lector —una práctica que, como subraya Janks (2010), fortalece la agencia del sujeto como autor y lector consciente de su entorno.

2. Competencias comunicativas: Del disfrute estético a la reflexión crítica

El currículo propuesto avanza desde el disfrute de cuentos, mitos y leyendas hacia la interpretación analítica de textos complejos y multimodales. En los primeros años, se busca que el estudiante disfrute la lectura como práctica cultural, reconozca medios de comunicación y relacione imágenes con textos. En niveles intermedios, las metas se amplían: el estudiante interpreta, compara, predice y socializa hipótesis a partir de los textos, conectando sus lecturas con el contexto social. En los grados superiores, la lectura se convierte en un acto político: analizar mensajes, intenciones comunicativas y discursos mediáticos permite al joven comprender cómo se construye el significado en la sociedad (Luke, 2012).

Además, se fortalece la producción oral y escrita como espacio de expresión y participación ciudadana. Elaborar exposiciones, foros o artículos de opinión son prácticas que entrenan la voz del estudiante para dialogar con otros, desde el respeto, la empatía y la argumentación fundamentada.

3. Componentes de la enseñanza: Un tejido de saberes lingüísticos y éticos

El área integra componentes como Gramática, Fonología, Léxico, Literatura, Ética de la comunicación y Medios de comunicación. Estos ejes no se abordan de forma aislada, sino como un sistema interdependiente que articula el saber, el sentir y el actuar. Por ejemplo, comprender la morfosintaxis no tiene sentido sin la capacidad de usar el lenguaje para construir convivencia; de igual manera, analizar los medios de comunicación debe acompañarse de la habilidad para interpretar críticamente sus discursos, entendiendo que todo mensaje conlleva una ideología (Fairclough, 2013).

La fonética y la ortografía, lejos de ser ejercicios mecánicos, se abordan como recursos para la claridad y la eficacia comunicativa. La ética del lenguaje, por su parte, promueve el respeto, la empatía y la conciencia social en la interacción verbal.

4. Metas de formación por grado: Progresión hacia la autonomía crítica

El currículo presenta una secuencia cuidadosamente diseñada para profundizar en las habilidades lingüísticas y discursivas:

  • En los primeros grados, se enfatiza la relación fonema-grafema, la conciencia fonológica y la comprensión literal.
  • En grados medios, se introduce la lectura inferencial y crítica, el uso de estrategias de búsqueda y organización de la información (resúmenes, esquemas, mapas conceptuales).
  • En los grados superiores, la meta es formar lectores y escritores reflexivos, argumentativos y creativos, capaces de analizar discursos mediáticos, debatir ideas y producir textos que expresen su identidad y pensamiento.

Cada etapa responde a una lógica de profundización cognitiva y emocional, donde el aprendizaje lingüístico se convierte en una experiencia integral de comprensión del mundo.

5. Estrategias didácticas: Aprender haciendo, sentir comprendiendo

El plan propone una secuencialidad temática distribuida por períodos académicos que combina elementos fonéticos, gramaticales y textuales con prácticas de lectura y escritura auténticas. Por ejemplo:

  • El trabajo con textos líricos en grados iniciales permite que el niño asocie ritmo, emoción y lenguaje, desarrollando sensibilidad estética.
  • Las fábulas, cuentos y leyendas sirven para explorar valores, personajes y estructuras narrativas.
  • En grados avanzados, los textos expositivos, argumentativos y dramáticos se convierten en vehículos para analizar el lenguaje como práctica social, donde los estudiantes deconstruyen y reconstruyen significados.

En cada período, se promueve el uso de técnicas expresivas (foros, debates, mesas redondas, sociodramas) que fortalecen la oralidad, la escucha activa y la argumentación. De esta manera, los aprendizajes trascienden la gramática para situarse en la vida cotidiana: la escuela se convierte en un laboratorio de lenguaje vivo.

Conclusión: Enseñar para liberar la palabra

La secuencialidad y profundización en los aprendizajes del área de Lengua Española deben concebirse como un proceso de empoderamiento lingüístico y emocional. Cuando los docentes bilingües implementan estas orientaciones con sensibilidad y reflexión crítica, el aula se transforma en un espacio donde leer, escribir y hablar no son actos escolares, sino actos de libertad.

En palabras de Freire (1970), enseñar a leer no es enseñar a repetir palabras, sino a “decir su propia palabra”. Y es que, cuando el lenguaje se convierte en un puente entre el conocimiento y la experiencia, el aprendizaje se vuelve una forma de humanidad.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Barcelona: Anagrama.

Fairclough, N. (2013). Critical Discourse Analysis: The Critical Study of Language. Routledge.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

Gee, J. P. (2008). Social Linguistics and Literacies: Ideology in Discourses. Routledge.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Luke, A., & Freebody, P. (1997). Shaping the Social Practices of Reading. In S. Muspratt, A. Luke, & P. Freebody (Eds.), Constructing Critical Literacies. Hampton Press.

Luke, A. (2012). Critical Literacy: Foundational Notes. Theory Into Practice, 51(1), 4–11.

Secuencialidad y Profundización en los Aprendizajes del Área de Lengua Española: De la Teoría a la Práctica Docente en la Producción Textual

 Introducción

La enseñanza de la producción textual en el aula bilingüe constituye un espacio privilegiado para el desarrollo del pensamiento crítico, la expresión creativa y la comprensión profunda del lenguaje como herramienta cultural y emancipadora. En este marco, la secuencialidad y la profundización en los aprendizajes no solo garantizan una progresión cognitiva coherente, sino también una práctica reflexiva que acompaña el desarrollo comunicativo de los estudiantes.

Como señala Freire (2005), enseñar a leer y escribir implica “leer el mundo antes que la palabra”, es decir, permitir que los estudiantes comprendan la realidad a través del lenguaje y la transformen mediante su discurso. Así, la enseñanza de la lengua española desde un enfoque crítico y secuencial no se limita a la corrección gramatical, sino que integra dimensiones pragmáticas, semánticas y sintácticas, con el fin de fortalecer las habilidades discursivas que empoderan la voz del sujeto aprendiz.

Desarrollo teórico: la secuencialidad como proceso cognitivo y didáctico

El currículo propuesto para el área de Humanidades – Lengua Española, en la asignatura Producción Textual, establece un marco de progresión que responde a tres principios fundamentales: la gradualidad en la complejidad de los textos, la integración de las competencias comunicativas y la articulación entre reflexión lingüística y práctica social del lenguaje.

Desde el primer ciclo, las metas de formación se orientan a que los estudiantes produzcan textos orales y escritos que respondan a diversas necesidades comunicativas y propósitos expresivos. Este proceso implica no solo dominar estructuras formales, sino comprender la intención comunicativa, el contexto de interlocución y la pertinencia del lenguaje empleado.

En los grados iniciales (primero a tercero), se observa un énfasis en la construcción del sentido pragmático y semántico, mediante actividades que ayudan a identificar el lector, el propósito del texto y la relación entre el contenido y su efecto en el interlocutor. A medida que se avanza hacia los grados cuarto y quinto, las metas se profundizan en la evaluación del estilo, la adecuación textual y la producción autónoma de textos complejos, tales como artículos de opinión, reseñas y sociodramas.

Este enfoque secuencial, sustentado en los aportes de Cassany (2006) y Janks (2010), reconoce que escribir no es una habilidad natural, sino una práctica social mediada por la cultura, el propósito y la interacción. Por tanto, la enseñanza de la producción textual debe orientarse a acompañar el tránsito del estudiante desde la reproducción hacia la creación discursiva crítica.

Aplicación práctica: estrategias pedagógicas para la implementación

Para llevar esta teoría al aula, se propone una didáctica de la escritura y la oralidad basada en tres componentes: pragmático, semántico y sintáctico, que operan de manera integrada en la planificación y evaluación del aprendizaje.

  1. Componente pragmático: Se centra en el propósito comunicativo y el rol del interlocutor. Por ejemplo, los estudiantes pueden crear textos con destinatarios reales (cartas, blogs escolares, afiches) donde comprendan cómo el tono y la estructura cambian según el público. Esto estimula la conciencia metacomunicativa y fortalece la empatía discursiva.
  2. Componente semántico: Promueve la organización de ideas y la coherencia global del texto. Las estrategias incluyen el uso de mapas conceptuales, esquemas y planes textuales que ayuden a estructurar la información (Novak & Cañas, 2008). Además, la producción de poemas, leyendas o artículos de opinión permite integrar emoción, creatividad y pensamiento lógico.
  3. Componente sintáctico: Invita a reflexionar sobre la gramática como una herramienta de claridad y estilo, no solo de corrección. Actividades como la revisión colaborativa, el análisis de conectores y el uso consciente de los signos de puntuación fortalecen la competencia textual y la autonomía escritural.

En la práctica, la progresión secuencial puede organizarse en proyectos de aula transversales:

  • En primero y segundo grado, se privilegia la escritura de oraciones simples, cuentos breves y descripciones personales.
  • En tercero y cuarto, se incorporan textos funcionales y literarios (poemas, correos, reseñas), integrando reflexión y creatividad.
  • En quinto grado, los estudiantes producen textos argumentativos y dialógicos, aplicando un plan textual previo y evaluando la coherencia y la adecuación comunicativa.

El rol docente en este proceso es acompañar la transición desde la guía explícita hacia la autorregulación, promoviendo la autoevaluación, la revisión entre pares y la construcción colectiva del conocimiento lingüístico.

Conclusiones

La secuencialidad en la enseñanza de la lengua no debe entenderse como una lista de contenidos aislados, sino como un proceso de profundización continua en la comprensión del lenguaje como práctica social. Cuando el profesorado bilingüe adopta esta mirada, logra que la producción textual se convierta en un acto de pensamiento, identidad y transformación.

En palabras de Gee (2015), enseñar lenguaje es enseñar formas de participar en el mundo. De ahí la importancia de que las maestras y maestros acompañen el aprendizaje con sensibilidad, creatividad y rigor, para que cada texto escrito u oral sea una expresión auténtica de la voz de sus estudiantes.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.

Freire, P. (2005). Pedagogía de la autonomía: Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo XXI Editores.

Gee, J. P. (2015). Social Linguistics and Literacies: Ideology in Discourses (5th ed.). Routledge.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Novak, J. D., & Cañas, A. J. (2008). The Theory Underlying Concept Maps and How to Construct and Use Them. Technical Report IHMC CmapTools.

🧩 Secuencialidad y Profundización en los Aprendizajes: Un Enfoque Crítico y Aplicado para la Comprensión Lectora

 Introducción

La secuencialidad y la profundización en los aprendizajes constituyen ejes fundamentales en la enseñanza de la lengua y la literacidad crítica. No se trata solo de avanzar en contenidos o de adquirir habilidades aisladas, sino de construir progresivamente una conciencia lingüística, comunicativa y crítica. En el contexto bilingüe, esta progresión se vuelve aún más significativa, ya que el lenguaje se convierte en puente entre culturas, saberes y modos de pensar (Freire, 1996; Gee, 2015).

La enseñanza de la comprensión lectora y la lectura crítica exige una mirada sistémica, donde las competencias pragmáticas, semánticas y sintácticas se articulen de manera secuencial a lo largo de los grados. Esta integración posibilita que los estudiantes pasen de reconocer información explícita a inferir significados, evaluar perspectivas ideológicas y construir visiones propias del mundo.

Marco teórico: La literacidad crítica como práctica emancipadora

Desde la perspectiva de la literacidad crítica, leer no solo implica decodificar signos, sino comprender, cuestionar y transformar la realidad a través del lenguaje. Según Janks (2010), el lector crítico “deconstruye los textos para reconstruir sentidos alternativos que promuevan la equidad y la justicia social”. En esta línea, la comprensión lectora en la escuela debe entenderse como una práctica dialógica, situada y culturalmente relevante (Luke, 2012; Cassany, 2006).

Así, la secuencialidad en los aprendizajes no responde únicamente a un orden metodológico, sino a una lógica de crecimiento cognitivo y sociocultural. Cada grado escolar representa una fase de desarrollo en la que el estudiante expande su capacidad de interpretar el mundo desde los textos que lo habitan.

Desarrollo: Aplicación de la secuencialidad en el aula

1. Primer ciclo: de la exploración sonora a la comprensión básica

En los primeros grados (Primero a Tercero), el foco está en la conciencia fonológica y la relación entre sonido y significado. Actividades como rondas, adivinanzas o poesías breves permiten que los estudiantes descubran la musicalidad del lenguaje y desarrollen una sensibilidad por los matices expresivos. A medida que avanzan, comienzan a reconocer información explícita y a hacer predicciones sencillas sobre el contenido textual. Ejemplo práctico: después de leer una fábula, se puede pedir al grupo que dibuje o dramatice las intenciones de los personajes, activando la semántica desde la acción.

En este ciclo se enfatizan tres competencias clave:

  • Pragmática: identificar roles comunicativos y propósitos del texto.
  • Semántica: deducir información a partir de acciones o palabras.
  • Sintáctica: reconocer marcas de cohesión y la estructura básica del texto.

2. Segundo ciclo: de la comprensión literal a la inferencia y la reflexión

En los grados Cuarto y Quinto, el estudiante ya es capaz de organizar información mediante esquemas, mapas o cuadros sinópticos. Aquí se promueve la lectura estratégica: planificar antes de leer, establecer objetivos y reflexionar durante la relectura. La meta es avanzar hacia la comprensión inferencial, donde el lector conecta ideas, evalúa la intención comunicativa y reconoce la función social de los textos (Cassany, 2006).

Un ejemplo concreto: al analizar una noticia, los docentes pueden guiar la discusión hacia la identificación de sesgos o intenciones ideológicas del texto, fortaleciendo así la lectura crítica.

3. Tercer ciclo: de la interpretación crítica a la construcción de sentido global

A partir del sexto grado, los estudiantes deben ser capaces de interpretar textos complejos, argumentativos y simbólicos, infiriendo las visiones de mundo y los valores implícitos. Las prácticas de aula pueden incluir:

  • Debates sobre temas abordados en textos literarios.
  • Escritura reflexiva a partir de mitos o leyendas.
  • Comparación entre diferentes versiones de un mismo relato.

El objetivo ya no es solo comprender lo que el texto dice, sino analizar cómo y por qué lo dice, identificando los mecanismos lingüísticos y discursivos que configuran su sentido (Luke, 2012).

Secuencia temática: un recorrido que fortalece la autonomía lectora

La secuencialidad temática propuesta —desde rondas infantiles hasta textos argumentativos— refleja un itinerario cognitivo y emocional que acompaña el crecimiento lector.

  • En Primero y Segundo, los textos líricos y narrativos sirven como vehículos de imaginación y juego.
  • En Tercero y Cuarto, los textos biográficos y discontinuos introducen la reflexión sobre la organización de la información.
  • En Quinto, los textos informativos y argumentativos promueven la autonomía interpretativa y la formación de juicio crítico.

Cada etapa, lejos de ser aislada, profundiza en las anteriores y las proyecta hacia niveles más complejos de comprensión y producción textual.

Estrategias de implementación pedagógica

Para que esta progresión sea efectiva, el docente puede:

  1. Diseñar secuencias didácticas integradas, donde cada tipo textual se vincule con una competencia específica.
  2. Promover la lectura compartida y la metacognición, permitiendo que los estudiantes verbalicen cómo comprenden.
  3. Utilizar organizadores visuales que muestren la evolución del pensamiento.
  4. Fomentar la escritura reflexiva, en la que los estudiantes argumenten, expresen opiniones y construyan su voz crítica.
  5. Evaluar de forma formativa, observando no solo los resultados, sino los procesos de interpretación y diálogo.

Estas acciones convierten la lectura en una experiencia social, crítica y emocionalmente significativa, coherente con la visión de una educación humanista e inclusiva (Freire, 1996).

Conclusiones

La secuencialidad y la profundización en los aprendizajes en el área de Lengua Española permiten que los estudiantes pasen de ser receptores pasivos a productores activos de significado. Al integrar los componentes pragmáticos, semánticos y sintácticos con estrategias críticas, la escuela se transforma en un espacio donde leer es un acto de libertad y de construcción colectiva de sentido.

Para los docentes bilingües, esta propuesta representa una oportunidad para vincular el lenguaje con la identidad, la cultura y la acción transformadora. La verdad es que enseñar a leer críticamente no solo forma mejores estudiantes, sino ciudadanos capaces de interpretar, cuestionar y reconstruir el mundo que habitan.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Anagrama.

Freire, P. (1996). Pedagogía de la autonomía: Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo XXI Editores.

Gee, J. P. (2015). Social Linguistics and Literacies: Ideology in Discourses. Routledge.

Janks, H. (2010). Literacy and Power. Routledge.

Luke, A. (2012). Critical literacy: Foundational notes. Theory Into Practice, 51(1), 4–11.