El Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras (AICLE), conocido en inglés como Content and Language Integrated Learning (CLIL), ha ganado relevancia en las últimas tres décadas como un enfoque pedagógico que integra el aprendizaje de un contenido específico con la enseñanza de una lengua extranjera. Este enfoque se basa en el desarrollo de la competencia comunicativa, que no solo se refiere a la capacidad para producir enunciados gramaticalmente correctos, sino también a la habilidad para usar el lenguaje de manera adecuada en contextos comunicativos reales, teniendo en cuenta factores como la relación entre los interlocutores y el contexto de comunicación (Canale, 1995).
La competencia comunicativa se conforma por cuatro subcompetencias
esenciales: competencia gramatical, competencia sociolingüística,
competencia discursiva y competencia estratégica. Cada una de
estas subcompetencias facilita el desarrollo de los estudiantes al permitirles
comprender y producir expresiones lingüísticas coherentes y efectivas,
adaptadas a diversos contextos de interacción. De acuerdo con Canale (1995),
esta competencia se refiere tanto al conocimiento del idioma como a la
habilidad para utilizar ese conocimiento de manera efectiva en situaciones
comunicativas reales.
Uno de los enfoques más efectivos para promover la competencia
comunicativa es el uso de tareas pedagógicas, que, como señala Zanón
(1990), permiten la transferencia de las habilidades lingüísticas adquiridas en
el aula a situaciones auténticas fuera de ella. Las tareas lingüísticas
fomentan la comunicación en el aula de manera que no solo se manipulan unidades
lingüísticas, sino que se busca un uso real del idioma, contribuyendo a la
efectividad del proceso de aprendizaje.
En este sentido, el AICLE se presenta como una metodología que
integra los contenidos de diversas asignaturas con la enseñanza de una lengua
extranjera. Según Marsh (1994), este enfoque permite que los estudiantes
aprendan tanto los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales de
las asignaturas como el idioma en el que se imparten esos contenidos. Este
doble objetivo potencia tanto el dominio del contenido académico como el
aprendizaje del idioma, contribuyendo a un proceso educativo más completo y
significativo.
El modelo de las cuatro ces, propuesto por Coyle (1999),
establece que una clase de AICLE efectiva debe incluir cuatro elementos clave: contenido,
comunicación, cognición y cultura. En primer lugar, el contenido
debe centrarse en la adquisición y construcción de conocimientos de la
asignatura, asegurando que los estudiantes logren altos estándares tanto
lingüísticos como cognitivos. El elemento de comunicación destaca la
importancia del idioma como medio de aprendizaje, mientras que el elemento
de cognición se refiere a la necesidad de desarrollar habilidades de
pensamiento crítico y creativo en los estudiantes. Finalmente, el elemento
de cultura promueve el entendimiento y la integración de diversas
perspectivas, fomentando la tolerancia y el respeto hacia las diferencias
culturales.
En resumen, el enfoque AICLE no solo facilita el aprendizaje de
contenidos y lenguas extranjeras, sino que también promueve una enseñanza
centrada en el estudiante, basada en la interacción, la autonomía y el
pensamiento crítico. A través de este enfoque, los estudiantes pueden
desarrollar una competencia comunicativa completa, que les permita participar
de manera efectiva en diversos contextos sociales y académicos, favoreciendo su
crecimiento académico y personal.
Referencias
Canale, M. (1995). Competence in communication. En D. Nunan
(Ed.), Practical English Language Teaching (pp. 1-17). McGraw-Hill.
Coyle, D. (1999). The four Cs of CLIL. Content and Language
Integrated Learning: A Resource for Teacher Trainers.
Marsh, D. (1994). Content and Language Integrated Learning: A
Developmental Framework. European Commission.
Zanón, J. (1990). Enseñanza Lingüística Mediante Tareas: Un Marco
Conceptual. Ediciones del Pedagógico.
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